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domingo, 1 de abril de 2018

El tramo de Tumba Grande





Allá en la carretera, en el camino entre San José del norte y Río de los Remedios, entre el kilómetro 87 y el 116, hay un tramo conocido como Tumba Grande, es un espacio del camino repleto de curvas, el pavimento en mal estado, repleto de agujeros tan grandes como si les hubieran tirado bombas encima, ninguna línea o señalización, ni paradas, ni gasolineras, ni mecánicos en los alrededores, ni siquiera una toma de agua, en medio del desierto, repleto de víboras. Es por esto último que nadie ha mandado nada ahí, para construir algo se necesitan máquinas, y para llevar máquinas hace falta una carretera en buen estado, y esta es una a la que nadie se acerca para reparar o para conducir ahí.

Y sin embargo, las muertes en el tramo son muchas, desde los que se accidentan hasta quienes quedan varados. De vez en cuando la policía de caminos y otros servicios públicos recogen los automóviles a la orilla de la carretera, y los cadáveres en las inmediaciones o en la misma carretera, tantos como para llenar un cementerio entero. Y los autos chocados o volcados provocan a su vez más accidentes, y más muertes. A veces, dichos restos, dichos cadáveres y autos, quedan ahí por casi un mes.

Hubo un tiempo en el cual se utilizó el tramo para carreras clandestinas entre miembros de pandillas, lo que duró cerca de un año. También se usaba como novatada para entrar a ciertas pandillas el que las personas atravesaran la ruta caminando, con los pies descalzos. Después se usó para tirar cadáveres, actividad a la que recurrían grupos delictivos, asesinos y una que otra persona con creencias extravagantes.

Pero todo eso terminó, y la ruta se mantiene desolada.

Ciertamente parece una exageración el que nadie se halla hecho cargo de las serpientes, o de crear condiciones para hacer del tramo algo seguro. En lugar de eso, se construyó otro camino. Algunos hablan de corrupción, otros de algo ilegal y peligroso que se manejaba por los alrededores, otros de maldiciones y brujería. Lo cierto de todo ello es que nadie se quería acercar al tramo, los que pasaban por ahí cuentan que, incluso, se sentían incómodos al pasar por ahí, cada vez que lo hacían, como si el camino los fuera a devorar, como si algo habitase el sitio y acechará a quienes se acercaban. Algunos dicen que se detuvieron algunas veces en ese tramo, sobre todo policías, y nunca vieron una sola serpiente, más una angustia, una especie de ansiedad constante mezclada con un temor injustificado los invadía al estar ahí.

El tramo fue cerrado hace casi 3 años, aunque debes en cuando uno que otro incautó logra meterse. La mayoría mueren, como si la bestia se hubiese hecho más huraña.

Lo más curioso del asunto es que, hace unos 28 años, alguien se dio el tiempo de colocar una gran cruz de piedra en el punto medio del tramo, en el punto exacto. Después de eso, el camino se fue poblando de cruces de madera, un camino que partía desde esa enorme cruz de piedra, y se sumaban a las muchas cruces en honor de los fallecidos en la carretera, tumbas olvidadas hace ya tanto tiempo, sin flores, honores ni mensajes, sólo piezas de madera o metal abandonadas a orillas del camino, oxidándose con el paso de los años.

Aún en fechas recientes, alguien con un sentido del humor muy negro colocó una enorme roca con forma de lápida marcada con una cruz en el centro. Una molestia de casi 3 metros de altura y otros 3 de ancho, bastante gruesa y pesada. Quién sabe quién tendría el tiempo de armar algo semejante y llevarlo hasta un sitio tan tétrico, o peor aún, para crear su pieza ahí mismo.
En la entrada, detrás del letrero de “camino cerrado”, de la valla de seguridad, hay en el asfalto el dibujo de un cráneo, cuyo autor tuvo especial énfasis en el tono oscuro de los ojos, en el negro tan oscuro que parecía devorar la noche, y en la mueca vacía, siempre falta de sentimientos, falta de piedad.


Antonio A. Huelgas 
1 de Abril del 2018