Entrada destacada

Movilización a Memorias andantes

Una necesaria movilización Hace ya un año, con la caída de Google +, decidí trasladar el blog a WordPress, a fin de mantener con vida e...

domingo, 27 de marzo de 2016

Sudor frío

Nada me resulta tan insidioso, tan extrañamente desagradable y a la vez vivificante, que aquel sudor frío que corre por la piel en contadas ocasiones, que suele ir acompañado de un espantoso escalofrío que recorre la columna, desde la cabeza hasta las vértebras cervicales, y en ocasiones hasta las dorsales. Por lo general ocurre como reacción homeostática, para descender la temperatura del cuerpo humano.  Pero no siempre es así. El sudor frío es en sí mismo desagradable, aunque funciona para contrarrestar lo malo, o quizá prevenirte de ello. Suena un tanto exagerado esto último, pero yo mismo soy testigo de que no es así.
            Un día cualquiera, o una noche cualquiera, en este momento no estoy seguro de que punto del día era, a causa de las rarísimas condiciones de lo que pasó, me vi perdido en un sitio poco convencional: una construcción abandonada. Una obra clausurada a causa de la en cierto modo a falta de fondos, aunque en mayor medida a una aversión por parte de los trabajadores hacia el lugar en sí. No a la construcción, no al terreno sobre el que estaba erigida, ni a su historia, sino hacia algo más, quizá al conjunto mismo de hechos. Aunque no podría asegurarlo, puesto que el infeliz terruño apenas y poseía un carácter histórico mayor a los contratos de compra y venta. Tal vez algún suceso misterioso y oculto se dio ahí en alguna época, pero desconozco que tan antiguo debió haber sido, puesto que ni siquiera los documentos más antiguos daban noción de lo que ahí pudo haber ocurrido.
            En fin, todo eso no desmotivaba mi elevada curiosidad, carente de prudencia. Como estudiante de historia, y fanático de los enigmas, de todo aquello que escapaba de nuestro de nuestro conocimiento y esperaba algún día salir a la luz de la verdad, o por lo menos a una forma parcial o procesal de esto, puesto que como prospecto a historiador no puedo dar por sentado las aparentes certezas. Más aún, si todavía tenía una noción de verdad que dominaba mi pensamiento, después de lo que me pasó en esa construcción, pocas cosas quedan que todavía me atreva a dar por hecho.
             En fin, lo interesante de esta narración empieza conmigo situado en el tercer piso de un edificio inconcluso, que posiblemente sería derrumbado en pocos años, siempre y cuando alguien tuviera el valor de arriesgarse con una inversión tan poco fiable. Si el lector es lógico y tiene nociones al menos superficiales del funcionamiento de la ley en gran parte de los países regidos por un sistema democrático,  se habrá imaginado que entré ilegalmente. En efecto, así fue. Quizá el más ingenuo haya pensado que saqué un permiso o algo por el estilo. Pero siento decirle que no es así. Espero que los más conservadores no piensen en mí como un vándalo, drogadicto, o bien como un loco que por deseos irracionales entró en propiedad privada, a un sitio abandonado. Quizá esta última suposición no está tan alejada de la realidad.
            En todo caso, me había introducido en el edificio, después de haber investigado los pormenores del caso, esperando encontrar algún elemento que pudiera esclarecer los motivos que habían haber a tantos trabajadores a dejar un trabajo en apariencia bien remunerado. Sin duda alguna, había algo por encima de lo que había logrado averiguar en los documentos oficiales, algo fuera de lo común. La necesidad de conocer la construcción en cuestión, por mi propia mano, era imprescindible.
            Entré al sitio casi al punto del amanecer, para evitar miradas indiscretas, y, al mismo tiempo, no toparme con algún posible sujeto peligroso, o en todo caso con algún vándalo.
No creía probable que algo pudiera salir mal teniendo las adecuadas precauciones. Llevaba una mochila pequeña, en la que cargaba una lámpara, una navaja de bolsillo, un botiquín de primeros auxilios, y algo simple para almorzar.  Tal combinación me parecía adecuada para la misión que iba a efectuar. Cargaba además celular y llaves en mis bolsillos.
            El sitio tenía un aspecto perfectamente normal, dentro de lo que cabe en una construcción inconclusa. No sé, pero en su momento me resultó algo decepcionante. Saltar la barda había sido fácil, pero el acceder en el momento justo, evitando una mayor cantidad de testigos que la inevitable, lo puede describir como un total aburrimiento. En verdad esperaba encontrar algo, aunque fuera simple, sencillo, que brindara al menos una información novedosa. Vaya que hallé algo, sin duda que lo hice.
            El primer piso estaba vacío por completo, cosa que me causo cierto alivio. No parecía haber pandilleros o drogadictos, el sitio estaba tan vacío como si hubiera pasado por ahí una catástrofe. También me pareció tan solitario como el espacio bajo la cama en la que uno duerme todas las noches, polvosa, oscura, habitada sólo por quimeras provenientes de nuestras más obsesivas y terribles fantasías. Ese pensamiento me pareció divertido, me reí un poco. No importaba quien me oyera, puesto que no había nadie a mí alrededor. Supongo que es una de las ventajas de estar solo.
            No tardé mucho en recorrer por completo el primer piso, por lo que me dirigí con sigilo al segundo piso. Fue exactamente igual, no encontré cosa alguna, nada útil.
            Seguí rumbo a la tercera planta, por suerte el prospecto de vivienda era de seis pisos, lo que me ofrecía muchas posibilidades para lograr mi cometido. Continuaba mi camino hacia el cuarto, cuando me di cuenta de algo ciertamente particular: en ninguno de los niveles había un solo acto de vandalismo deliberado. Ni logré distinguir paredes pintarrajeadas, ni siquiera un olor a droga, alcohol u orines. Peor aún, no había rastro de ratas, cucarachas, o de cualquier clase de alimaña.
            ¿Y si alguien vivía ahí? ¿Algún vagabundo con un extraño sentido del orden? ¿O tal vez era algo peor? Pensar en esto me hizo sentir profundamente consternado, un tanto apenado por mi descuido, y peor aún, con miedo ante lo que podía llegar a pasar si las cosas se tornaban peligrosas.
Combatí mis temores, recordando que en un principio me había preparado ya para algo similar, no del mismo origen, aunque semejante sin lugar a dudas.
Coloqué mi linterna en alto, que por suerte era grande y metálica, como las que usan los guardias de seguridad. Saqué la navaja de bolsillo, preparándome para cualquier posible enfrentamiento.
No pensaba abandonar la investigación, algo así era sólo el último recurso, por si acaso llegaba a presentarse algún peligro inminente, o bien una situación que no pudiera resolver con diplomacia.
En el cuarto nivel ocurrió algo en verdad interesante: un mazo tirado a la mitad de las escaleras. Caminé hacia él y lo tomé, entonces me percaté de que el mango se sentía caliente, como si alguien lo hubiera dejado ahí hacía poco tiempo. Un mal presentimiento me invadió.
Guardé la navaja, optando por usar el mazo  como medio de defensa. Me puse en guardia.
A diferencia de otros pisos, en los que la construcción se limitaba a un esqueleto de muros y columnas, como el simple modelo de una construcción en su forma más básica, este piso estaba más detallado. Pasillos y posibles habitaciones se presentaban frente a mí, un plano mejor definido de lo que pudo haber sido el edificio en caso de haberse terminado, quedándome más claro el objetivo de la obra. Noté las peculiaridades de la construcción, la posición y forma de los ventanales, como había uno circular apuntando justo al este, así como otro igual al oeste, mientras que el resto eran rectangulares, como un edificio común y corriente. Lo más curioso era que entre estas dos aperturas redondas no había obstáculo alguno, y en a una distancia media había un tragaluz. Por tanto, la luz entraba cuando salía el sol, cuando se ponía, y al punto del medio día.
Los tres pisos inferiores no parecían concordar en lo absoluto con los superiores. La posibilidad de que unos fueran parte de un estacionamiento parecía poco probable  a causa de que eran demasiados para una construcción tan pequeña. El edificio comenzaba a recuperar su carácter misterioso.
Saqué el celular para tomar unas cuantas fotos, ansiando conocer los dos niveles que quedaban. Sin embargo, y quizá por suerte, nunca llegué a conocer el resto de la construcción.
Volví al pasillo para tomar fotografías de unas curiosas imágenes que hacían referencia a los cuatro elementos de la naturaleza, así como a las cuatro etapas alquímicas para obtener la piedra de los filósofos. Un curioso intento por resucitar el arte cisterciense. En ese momento la luz del sol dejó de verse por el redondo ventanal del extremo oriente del edificio.
Entonces escuché un ruido.
No supe con exactitud que había sido, pero no el único. Pronto siguieron más:
Golpe
Golpe fuerte
Golpe débil
Rasguño
Cuatro golpes fuertes
Siete golpes
Diez golpes débiles
Silencio
Golpe fuerte

En cuanto noté que los ruidos provenían de distintas partes del edificio, sobre todo del piso en el que me encontraba y del sexto, temí lo peor.
Me precipité hacia las escaleras, con la linterna en alto y el mazo en posición defensiva.
Golpe fuerte
Rasguño prolongado
El ruido se acercaba a mí. Cada vez más. Mi corazón latía con fuerza mientras bajaba las oscuras escaleras. Comencé a sudar, mientras respiraba frenéticamente.
Justo en el tercer piso, cuando me disponía a lanzarme escaleras abajo, algo me alcanzó.
En cuanto sentí que algo me rozaba la espalda, di un golpe con el mazo, usando toda mi fuerza. Todo se oscureció.
Vacío. Silencio absoluto.
Las sombras me cubrieron. La oscuridad me invadió. El sonido de respiraciones, risas burlonas y rasguños aparecieron de fondo, y después se callaron.  El horror me invadió. Quise pedir ayuda, pero parecía que mi cuerpo había desaparecido. No podía correr ni gritar, la desesperación me invadía.  
Vacío
Golpe débil
Golpe débil
Golpe fuerte
Vacío
            Percibí que algo me invadía, que una cosa terrible se cernía sobre mí. Lo sentía, pero a la vez no. Sabía que estaba ahí, en mi cuello respirando, en mi espalda rasguñando, pero no era capaz de sentirlo.
            Poco a poco fui perdiendo la conciencia, desapareciendo.
            Estaba seguro de que no sólo mi vida, sino mi existencia desaparecería después de unos minutos. Entonces recuperé las sensaciones en mi piel.
            No fue grato. Un sudor frío recorría mi frente, mi cuello, mi torso y todo mi cuerpo. Estaba mareado. Varios escalofríos recorrieron mi columna dorsal, mi cabeza, mis brazos, e incluso mi rostro.
            Rasguños
            Golpe fuerte
            La luz regresó, para que después intentara levantarme, abrumado. Mi confusión era enorme, no encontraba ninguna lógica en lo que había pasado.
            Vi en ese instante como una especie de extraña sombra parecía absorber cualquier forma de luz. Se dirigía otra vez hacia mí.
            Corrí hacia el segundo piso, a medida de que la cosa se iba acercando.
            Rasguño
            Golpe fuerte
            Vacío
            Me apresuré en llegar al segundo piso, cuando me percaté de que la cosa todavía me perseguía. Su velocidad era tremenda.
            Ya no intenté bajar las escaleras, me dirigí a la ventana del segundo piso. Eso estaba ya muy cerca de mí. Me arrojé por la ventana.
Caí al duro concreto, salvándome.
              En cuanto estuve fuera de la construcción dejé de sudar. Por suerte no sufrí ningún daño serio, aunque me dolían un poco las piernas. Me alejé rápidamente del sitio, agradecido de haber salido vivo.
            Las fotos de mi celular no revelaron nada útil para poder demostrar las anomalías de aquel lugar. No conforme, la investigación parecía más periodística que histórica, sobre todo a falta de mayores evidencias. Lógicamente abandoné la investigación.
            Jamás intenté continuar con mi trabajo, ni siquiera a través de las limitadas fuentes. Por un lado la información era demasiado escasa para lograr llegar a una conclusión, y por el otro, una investigación directa era muy peligrosa.
            En fin, espero nunca volver a sentir semejante sensación de vacío, esa que me dio cuando la cosa me invadió. Me pareció todavía más extraño el sudor gélido que, de alguna forma, salvó mi vida. Ahora me pregunto qué tantos mecanismos biológicos desconocidos nos acompañan, o el sentido de la aparente racionalidad y las supuestas funciones lógicas de la química corporal. También pensé en las situaciones que se pueden presentar cuando da calentura, y el sudor frío recorre nuestra piel, cuando creemos que es el organismo, que trata de equilibrar las condiciones físicas ¿No será posible que en cada una de esas ocasiones algún mal desconocido aceche desde los invisibles rincones de la realidad? ¿Y si tal vez el sudor frío es lo único que de cierta manera nos protege de las extrañas sombras?  Probablemente ese horror estaba reducido al edificio abandonado, o a sitios de similar naturaleza ¿O no?



 Antonio Arjona Huelgas
27 de Marzo de 2016



miércoles, 9 de marzo de 2016

Días de lluvia. Primer ciclo

Corría el año 2018,  la temporada de huracanes había resultado especialmente devastadora, ni siquiera las zonas del centro del país se habían salvado de los poderosos aguaceros ni de los destructivos vientos. Una serie de tormentas sin precedentes azotaron incluso las regiones menos sospechadas.
Por ese entonces yo estaba en el último año de mi carrera universitaria. Mi alegría era grande, estaba ya tan cerca de terminar con las tareas, el trabajo, los maestros, la organización, del buscar acreditar materias y obtener los créditos suficientes para poder titularme. Sólo quedaba un semestre y medio, después de eso sería yo muy feliz.
Ese día estaba saliendo de clases, me apetecía una buena cerveza, aunque las frías lluvias no hacían de esta mejor opción del mundo. No podía responder con nada menos que un suspiro de desilusión. Además, el clima era tan caótico que la posibilidad de desviarme habría resultado casi mortal. No exagero al usar esta palabra, tampoco bromeo, por esas fechas se reportaron varias muertes a causa de las ramas que caían a causa del viento, o en algunos casos árboles completos, lo mismo llegó a ocurrir con antenas televisivas, materiales de construcción e incluso anuncios publicitarios. Las lluvias y tormentas eléctricas sumaban muertos y heridos a la estadística. La situación era evidentemente peligrosa, sobre todo en las colonias más pobres y cerca de donde se hacían labores de construcción. Quizá lo más terrible fue cuando cayó un tráiler del segundo piso del periférico, por suerte no hubo muertos, y el único herido fue el conductor, que por pura suerte sobrevivió.
Sin duda alguna tal potencia del viento era algo que parecía ser completamente ilógico para las condiciones y el clima de la capital. Sin embargo las cosas así eran, pese a todo pronóstico.
Los días previos a la catástrofe fueron tranquilos. El huracán que se esperaba parecía ser de baja intensidad, pero al final superó cualquier expectativa, a diferencia del huracán Patricia hace tres años. La reacción del gobierno fue de hecho contrario a la de hace tres años, en esta ocasión se llegó al punto de ocultar la información, aunque, a diferencia de otras tantas veces en México, los noticieros extranjeros mintieron acerca de la magnitud de los daños. La información debía obtenerse mayormente a través de blogs en Internet (antes de que fueran retirados de la web), o de forma directa por el testimonio de una persona. Sólo los asuntos más evidentes no pudieron ser ocultados, como el caso del tráiler.
Por mi parte, sentía un tremendo fastidio. Tenía cierto interés ante lo que pasaba, pero mi ánimo se fue perdiendo a causa de los foros conspiracionistas, los perpetuos gritos de"ESTADO FALLIDO", "FUE CULPA DEL GOBIERNO" (haciendo referencia todavía al caso Ayotzinapa y a otro par de casos similares pero de menor trascendencia,  de alguna forma se las arreglaban para relacionarlas con el desastre climático) , entre otros tantos actos de supuesta desobediencia civil, que,  aunque en parte tenían razón, resultaban, y todavía resultan igual de inútiles que hace décadas. Cabe apuntar que ninguno de estos sitios de internet fue borrado.
En fin. Ese día me hallaba cerca de la universidad, saliendo de ella, de hecho. Fui por un café, a un sitio que se encontraba relativamente cerca. El día no pintaba demasiado bien, las nubes habían envuelto el cielo sobre la ciudad, casi en su totalidad. Pero eso no me iba a detener, conseguiría ese café aunque eso conllevara salir corriendo para no mojarme. Ese café era lo único que podía compensar mis ganas de ir a tomarme una cerveza. Pueden llegar a pensar que mi deseo por una fría y sabrosa cerveza era poco, aunque, en realidad, yo era alguien que le gustaba actuar de forma congruente a mis condiciones. Por lo mismo, la prioridad para mi era tomar una bebida caliente.
La suerte pareció sonreirme en un comienzo: la lluvia se detuvo durante unos minutos, el viento redujo su fuerza y, después de muchos días, se logró ver un pequeño rayo de sol en el horizonte ¡Que dicha la mía en ese instante!
Mi voluntad estaba enfocada a mi objetivo,  por lo que no dudé en trotar hacia allá,  al menos durante un pequeño tramo. Mi recorrido sería corto y me sentía confiado.

****

Cerca del café,  a sólo unos metros,  vi a una niña,  posiblemente tenía unos doce o trece años. Parecía llevar mucho tiempo ahí,  corriendo por la calle,  jugando. Usaba una especie de vestido color vainilla que le llegaba un poco más abajo de las rodillas. Cuando me vio,  la pequeña sonrió,  saludándome con su mano en lo alto,  como si me conociera.
Respondí de igual forma. 
En cuanto pensaba marcharme,  noté que, a la orilla de un techo, se balanceaba peligrosamente el plato de una antena de televisión que tal vez se hubiera caído por la acción de los poderosos vientos, los cuales parecían renovar su efecto y acción en el momento menos indicado.
No cupo la duda en mi, cualquier titubeo habría sido fatal. Me lancé, a pocos instantes de fallar. Un segundo más, probablemente menos, y la antena hubiera caído sobre la niña.
Terminé casi sobre ella, cerca de un metro más allá del sitio donde fue a dar la antena. Me levanté de forma rápida, y verifiqué que mi pequeña amiga se encontrara bien.
La respuesta de la chiquilla me resultó agradable, aunque un tanto rara: me sonrió, como si supiera lo que iba a pasar, me agradeció, y entonces se estiró para besar mi mejilla.

****

Me despedí de mi nueva amiga, sin saber mucho de ella. Por fin, después de esa pequeña sorpresa, obtendría mi café.
Después de pedir mi bebida, pude notar que la mujer que atendía mostraba un semblante triste, propio de alguien que carga con una pena constante , que va y viene, que en ocasiones se esfuma y regresa en el momento menos esperado. Mi reacción fue la más lógica: no hacer preguntas ni hablar en exceso.
Entre comentarios, palabras tristes y suspiros, pude darme cuenta de la causa de sus pesares: su hija había muerto hacía cosa de dos años.
Aunque ahora me doy una idea de lo que pudo haber pasado, en ese momento no tenía la menor idea, y prefería no tenerla.
En fin, salí del establecimiento con mi café en la mano. No fui capaz de ver a mi más reciente amiga, supuse que se había ido ya. No me preocupó demasiado el asunto, por lo que me dispuse a regresar por donde había llegado.
****

domingo, 6 de marzo de 2016

El cantar del héroe


El impacto de esta lucha comienza a generar un estremecimiento en mi cuerpo. Apenas y puedo mantenerme en pie, es probable que muera al final de este día, asumiendo que llegue al final de este. Sin embargo, no puedo rendirme ahora, si lo hiciera mi existencia no tendría sentido.

Un héroe, por lo que sé, debe mantener sus ideales hasta el final, defender la libertad y la vida de las personas, aunque el mismo pueda perder eso por lo que protege a los demás. Tal vez sea un guión trillado, algo sacado de una historia ficticia: una arcaica leyenda, un romance medieval, una crónica, una novela moderna, o bien una historieta. No lo sé, la vida misma podría no ser más que la proyección, la idea o construcción de una persona externa, o quizá de uno mismo ¿Y qué si es así? Mi vida no tiene más objeto si dejo de ser lo que soy, seré únicamente el recuerdo de un recuerdo, un trozo más del vacío absoluto, de la nada que existe en cada uno de nosotros, en los sueños y ambiciones muertas.  

Con cada golpe que doy me debilito más, pero no perderé, puesto que la derrota no ha presentado nunca frente a mí. No puedo, soy el héroe ¿no? Soy yo el único que puede mantener mi mundo a salvo ¿A menos que el creador de mi historia se le ocurra crear a otro como yo? Eso es imposible, casi puedo asegurar que me resucitarán de alguna extraña manera debido a la pérdida económica que tendrá el quitarme de la historia. Pero ¿y si precisamente me está matando por eso? Creo que de todas maneras seguiré viviendo de alguna forma, puesto que no soy sólo un héroe, yo soy el héroe. Viviré en tanto que haya aspiraciones, alter egos, proyecciones del subconsciente de algún sujeto que puede ejercer un pensamiento, aún en su forma más elemental. Siempre que exista el valor, el coraje, las utopías y la posibilidad de que las cosas mejoren, o que lo considerado bueno perdure.

Yo soy el Héroe, no seré vencido por más fuerte que sea mi oponente, así pueda matar, tentar almas, aniquilar ciudades o países enteros, inundar el mundo, hacerlo polvo, o incluso acabar con el universo o con un posible conjunto de estos. Doy golpes y patadas, blando mi espada, con el escudo en mi otro brazo, disparo como el más grande de todos los tiradores, mi fuerza puede ser tan grande como la del mismísimo cosmos si me lo permite así mi transformador. Puedo morir, puedo caer, pero siempre me levantaré de las cenizas, resucitado, o bien apareceré como otra persona. No tengo problema con ello, yo soy más que una persona, soy el ideal que habita en las almas y mentes de todos y cada uno de los seres humanos. No sé si los demás seguirán siendo lo que son si yo dejo de ser quien soy. Desconozco de qué forma puede afectar esto a la existencia, pero nada de eso me importa. Nací del Equilibrio y de la Vida, del Deseo y de la Muerte, sólo tengo una labor, una que parte de la esencia misma de mis progenitores. Sin embargo, yo mismo soy sólo una esencia.

Vuelo hacia el infinito con los puños al frente. Mi cuerpo se está quebrando. El motor que me impulsaba ha desaparecido, aunque eso no hará que me rinda. Continuaré hasta el final, si alguna vez este llega, luchando contra toda forma de Desequilibrio, ansiando ser aceptado algún día en el núcleo de la totalidad, junto a los que me vieron nacer.

No es momento de pararme a pensar, mi deber es continuar. Impulsado por un anhelo, a la espera de la conflagración final, cuando al fin haya llegado mi conclusión. Yo no busco redimirme, pero alguien si lo hace; no quiero alcanzar la victoria de unos sobre otros, ni la defensa ciega de algo que igualmente caerá al olvido, pero mientras otros tanto ansíen tales recompensas no puedo negarles mi ayuda.

Soy un héroe, y siempre lo seré. Mi muerte pronto llegará, pero eso no importa, con lo último de mis energías combatiré, puesto que mi destino no puede ser ningún otro. Nada tendría sentido si yo fuera de otro modo.  Yo soy el Héroe, y así será, más allá de la eternidad.


Antonio A. Huelgas
6 de Marzo de 2016