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jueves, 10 de septiembre de 2015

El Anciano



Igual que todas las noches, me despierto y veo al anciano. Lo sigo por un oscuro pasillo, el interruptor de la luz no funciona, o el foco se ha fundido, ni siquiera importa. En el pasillo hay un camino de sangre, conforme avanzo veo los cadáveres de mis amigos y familia, todos masacrados. Al final de este pasillo está el anciano, me ve con sus negros y vacíos ojos, para finalmente cortarme la garganta. Todas las noches despierto de mi pesadilla en este punto, pero hoy no. El Anciano me observa desde la entrada de la habitación, con su vacía mirada, anunciando el momento de mi muerte.

martes, 8 de septiembre de 2015

Las Mareas del Final. Capítulo II

El ANCIANO INTERRUMPIÓ SU RELATO POR UN MOMENTO, NOS DIJO QUE IBA A ENTRAR POR UN POCO DE AGUA, NOS PREGUNTÓ SI NECESITÁBAMOS ALGO, A LO QUE TANTO Amanda como yo respondimos que no. Entró entonces a su casa, la cual estaba junto al taller.

-¿Crees que podamos en verdad saber algo útil?- Me preguntó de repente Amanda. Algo parecía afectarle.

-No lo sé, en todo caso habrá que escuchar la historia completa- respondí, intentando que mi tono de voz reflejara optimismo- ¿Estás bien?

-Sí, aunque hay algo que no me gusta, o quizá sólo es que estoy un poco ansiosa- Me respondió algo insegura.

-Todo está bien, posiblemente sea que tienes ansiedad, llegaste muy emocionada- respondí con seguridad. Sin embargo, había algo que me incomodaba respecto a todo el asunto de la Bahía de Santiago- ¿Es lo que pasó en la Bahía de Santiago lo que no te gusta?

-Creo que sí, pero creo que hay algo más, algo alrededor de esto y…

- Siento la tardanza jóvenes- apareció de repente Don Joaquín, sin darse cuenta de la interrupción que causo, pero hasta el día de hoy pienso que tal vez haya sido lo mejor, no hubiera querido que Amanda siguiera pensando en aquello que la incomodaba, y no me habría gustado seguir oyendo suposiciones que alterarían más mis ya obsesivos pensamientos.

-No hay ningún problema- Respondí, Amanda también lo hizo, de manera similar.

-¿Les parece si entramos? tardaremos un rato en esto, creo que sería lo mejor- Nos propuso Don Joaquín mientras sonreía de forma nerviosa. No negaré que me sentí un poco desconfiado, pero ver la colaboración mostrada por Amanda hacia la decisión del hombre, me dio cierta seguridad, ese efecto solía generar ella en mí, creo que todavía.

Entramos a la casa, y seguimos al hombre hasta una sencilla sala de estar, conformada por una tercia de sillones de color café claro, y una mesita de centro. Las paredes estaban cubiertas por varias fotografías en sus respectivos marcos, imágenes de distintas épocas, en colores sepia, grises y a color. Hijos, Tíos, primos, padres, hermanos, amigos y nietos, todos ellos daban un aire hogareño al lugar. Un sitio agradable en resumidas cuentas.

Don Joaquín  nos indicó que nos sentáramos en un sillón doble, justo enfrente de otro individual que parecía ser el sitio donde le gustaba estar. Amanda se sentó, y yo la seguí, a continuación en anciano hizo lo mismo, se acomodó bien y dijo:
-Bueno, creo que podemos continuar con la historia ¿Dónde iba? ¡Ah ya recuerdo! Entonces, sigamos.



“Así fue, del mar salía una especie de isla de color negro que había surgido desde el fondo de alguna forma. Después de ese suceso discutí con mi padre para que me permitiera ir a la Universidad, un poco para poder entender lo que pasó ese día, quizá las ciencias me brindarían la respuesta que quería. Aunque más bien lo hice para alejarme de la Bahía de Santiago, puesto que me causaba temor y pesadillas todas las noches t todos los días desde aquella mañana. En fin, La gente se acumulaba alrededor de la orilla para poder admirar el extraño objeto surgido de las profundidades, hombres, mujeres y niños rodeaban el lugar, aunque los pequeños dejaron rápidamente el lugar puesto que sus padres se mostraban desconfiados con todo el asunto del montículo ¡Vaya que tenían razón! Pero debieron irse ellos también, todos y cada uno, incluyéndome ¡Ahora ya nada de eso importa! Los adultos nos quedamos a ver el extraño y asombroso espectáculo, sin tener la más mínima idea de lo que ocurriría en sólo unas horas. La gente se acercaba al mar en un intento por ver mejor el montículo, algunos incluso nadaron hacia él. Yo me quedé en la orilla mirando todo con mucha atención. Las mujeres, aparentemente más prudentes, mantuvieron su distancia del desconocido objeto. Todos a excepción mía, creo, fueron incapaces de notar como el cielo cambiaba de coloración, como el agua parecía cambiar su consistencia, y como algo invisible para nosotros se movía a plena luz del día, esperando por nosotros.  Pensé que todo esto era una alucinación, una visión de locura o producto de una intoxicación, o tal vez del embrujo del Maligno, durante décadas traté de convencerme de eso.

Años después me enteraría de la formación de islas a través de volcanes en el fondo del mar, aunque en ese entonces no era más que un ignorante, creo que todavía lo soy. Sin embargo, la Bahía de Santiago no se encuentra en una zona sísmica, y mucho menos en una zona propensa a esa clase de fenómenos. Pese a que pudiera equivocarme respecto a esto, yo mismo vi como la roca negra desaparecía al final del día, como si nunca hubiera estado ahí.