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viernes, 26 de febrero de 2016

La Profecía del Carroñero


“Un cuervo se colocó encima de un cadáver, para que los moribundos no se percataran de como devoraba sus entrañas. Al día siguiente, el cuervo se volvió una serpiente, se metió en la madriguera del conejo, vestida como uno de los suyos y se lo comió mientras dormía. Ayer, la serpiente se transformó en lobo, y se puso un disfraz de oveja, para devorar al rebaño completo. Hoy, el lobo se hizo águila, se puso escamas de serpiente, y cuando estas no se lo esperaban, las tomó para dejarlas caer desde lo alto. No se detuvo hasta eliminar a cada una de ellas. Finalmente, el día de mañana, el águila se convertirá en hombre, y le prenderá fuego al mundo".

Antonio Arjona Huelgas

viernes, 19 de febrero de 2016

La muerte del incendiario






Los bosques del valle ardían, rodeados por los montones que comúnmente circundaban el lugar, creando una curiosa imagen, como si fueran fogata hecha por un gigante. No sería disparatado afirmar algo así en consideración de las condiciones en las que se dio el desastre. Para este punto, el incendio es sólo parte de una serie de incidentes similares alrededor del mundo. En efecto, muchos de estos sitios eran naturalmente valles, pero algunos otros fueron deformados, dicho de forma literal, de la noche a la mañana. Este es uno de tantos, nada más que eso, y sin embargo uno que para mí es más importante.

            Tal como en los mitos, en las fantásticas leyendas, mi mundo ardió en una chispa, sin poder siquiera anticipar lo que pasaría. Me siento parcialmente responsable, pero fueron los gritos del pasado que regresaron en el peor momento. De este modo, y sin entrar mucho en detalles, puedo afirmar que rompieron mi alma, enterrando cada uno de sus restos entre toneladas de leña. 
              Pronto el mundo habrá terminado de arder, y yo me habré ido con él.

El aliento final de mis labios, mi posición terrible, mi estático e inamovible cuerpo son signo de mi fatal destino. No queda nada porque mantenerme aquí, las llamas comenzaron a recorrer el mundo antes de que yo contribuyera a extenderlas hasta los últimos rincones de la tierra, todo por la ira y el vacío.

El fuego está cada vez más cerca, no puedo evitarlo, no ahora. Dejaré que me consuma, para que mi voluntad acabe conmigo en compañía del mundo que en algún momento amé, antes de ansiar su desaparición. Mi muerte será el final mismo de todo lo que hay, puesto que soy el último bastión de un reino destinado al fracaso, el pilar restante de un templo que se derrumba sobre sí mismo, el último mensaje oculto en la gran obra, el grito final de un desesperado.   

¿Qué solución puede haber a tan trágico destino cuando eres el sueño de un sueño? ¿Cuándo tu existencia pende del deseo de un ser que nunca se ha percatado de quien eres, de que eres lo mismo que él? Así, lo en apariencia sólido termina por desaparecer; el primer segundo de vigilia anunciará mi término, como el último sueño del sueño, como lo inexistente que precede a la voluntad misma, fundiéndome en un vacío tan grande como la misma totalidad.

Antonio Arjona Huelgas
20 de Febrero de 2016

martes, 2 de febrero de 2016

Los diez anillos del Sabio


Nunca la existencia ha sido del todo benévola con sus partes, o quizá sea todo lo contrario ¿Quién podría afirmar que el mundo en el que habita es impío con él, si jamás ha brindado piedad a sus semejantes? ¿Cuál es el sentido de cada uno de nuestros pasos, de los posibles caminos y rutas en nuestro devenir y porvenir? ¿Por qué se insiste continuamente en buscar un sentido o una coherencia en las vidas de cada uno, en la materialidad del cosmos, en la propia inmaterialidad? El objeto de la incesante búsqueda sólo puede existir, o tener forma, a través y por medio del individuo o sujeto que se lo brinde. Pero… si el propio punto de observación está poco definido, cuestionado, inestable, incoherente, en riesgo de ser inexistente… si el personaje o persona en cuestión carece de solidez, de fuerza, de la verdad o certeza que tanto ansía y continuamente se aleja de él ¿Podría afirmarse que la libertad existe para este infeliz? ¿Para este perdido ser?

Hubo alguna vez un hombre, el Sabio, que más allá de estas dudas, su objetivo era encontrar la libertad. Por años buscó las repuestas a todo cuanto le corroía el alma, extendió su vida cuanto pudo y como pudo, con tal de tener el tiempo para hallar la verdad.

Su vagar fue largo, las salidas se fueron cerrando, las respuestas fueron y vinieron, se obtuvieron y después escaparon, la vejez lo alcanzó, la dimensión que lo regía, al igual que a todos sus semejantes, cobró lo correspondiente, el tiempo le había brindado el espacio, así como el lapso para que fuera aprovechado. Sin embargo, el hombre desperdició su vida buscando la futilidad, intentando ver la niebla tras la niebla. 


El plazo estaba a punto de vencer. La Vida no le había sido provechosa cuando Muerte se apareció en su camino para conducirlo al nuevo destino. Fue entonces cuando el hombre se hartó de buscar.

Sangrando, hambriento sediento, cansado como jamás lo había estado, con el Buitre prácticamente sobre él, esperando por sus restos, la Vida misma le dio un regalo que le había otorgado a pocos: la iluminación. Asimismo, la Muerte, pese a su enemistad con su hermana Vida, decidió darle a este sujeto lo único que corrompe la parte más fundamental de las almas: el poder. 


Nadie habría pensado que una persona recibiría tales obsequios, y menos aún que haría un buen uso de ellos, pero este el Sabio lo hizo. Fue entonces cuando recibió su nuevo nombre. Al terminar ese día el hombre habría de alcanzar la cima de los mundos.
El Sabio comprendió, en sus momentos de agonía, que la única vía auténtica, que el verdadero destino, era la liberación.


Vida y Muerte le hablaron durante siglos, sin que pasara un segundo siquiera en el resto de la Tierra. Supo entonces el significado tras el mensaje en las voces de las montañas. El tiempo se transformó en un terreno plano y estable, ya no era una limitante, sino una posibilidad. Su cuerpo se vio renovado, su mente se elevó al infinito, al último término de la existencia, sintiendo el Todo en el Uno y el Uno en el Todo. Vio entonces la esencia de la Totalidad, y Equilibrio apareció para brindarle un don: la liberación.

Entonces cayó.


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El Sabio regresó al mundo, con la revelación en su alma. Su vitalidad estaba renovada, así como su tiempo. Otra vez condicionado a la temporalidad, al espacio terrenal, volvía a ser finito, vulnerable, débil y limitado. Ya no era libre. Sin embargo, ahora tenía el conocimiento necesario para volver al sitio al que habría de regresar.

El Sabio se dispuso entonces a realizar una travesía más para obtener los elementos de la transmutación, las piezas del olvido y el secreto de lo material. La búsqueda lo llevó alrededor del globo, hasta que sus días otra vez llegaron a su límite. Al final trabajó en su máxima obra, su proyecto final: la creación de diez anillos fabricados con los elementos de su búsqueda. Uno para cada dedo, cada uno con funciones específicas. A su vez, estas joyas contuvieron los regalos que el Sabio había recibido de Vida y de Muerte: la iluminación y el poder.

El Sabio dejó el mundo, abriendo por primera vez las cerraduras que guardaban el secreto de los anillos. Los tres primeros liberaron al Sabio de la prisión que daba forma: la mente. Y con ello todo lo que representaba, la sociedad, la limitante del lenguaje, los apegos, complejos y condicionamientos de la vida. Con el cuarto, quinto y sexto, el Sabio se liberó de su estructura material, de su cuerpo, de las limitaciones físicas y biológicas. Con ello murió.

Tres anillos más se usaron para librarse del ser, de sí mismo, de las barreras subjetivas e individuales o colectivas. Tras de sí quedaron los anillos, que para el Sabio quedaron desintegrados, aunque algunos dicen que cayeron en algún lugar de la tierra.

Finalmente, el Sabio guardó el último anillo, el del olvido, del final, el que liberaba de forma definitiva de la existencia.


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Tras pasar por el umbral de la Totalidad, Vida, Muerte, Orden, Caos y Equilibrio miraron al Sabio a los ojos, recibiéndolo en el origen del Todo.



Antonio Arjona Huelgas
29 de Enero de 2016
Ciudad de México