El ANCIANO
INTERRUMPIÓ SU RELATO POR UN MOMENTO, NOS DIJO QUE IBA A ENTRAR POR UN POCO DE
AGUA, NOS PREGUNTÓ SI NECESITÁBAMOS ALGO, A LO QUE TANTO Amanda como yo
respondimos que no. Entró entonces a su casa, la cual estaba junto al taller.
-¿Crees que podamos
en verdad saber algo útil?- Me preguntó de repente Amanda. Algo parecía
afectarle.
-No lo sé, en
todo caso habrá que escuchar la historia completa- respondí, intentando que mi
tono de voz reflejara optimismo- ¿Estás bien?
-Sí, aunque hay
algo que no me gusta, o quizá sólo es que estoy un poco ansiosa- Me respondió
algo insegura.
-Todo está bien,
posiblemente sea que tienes ansiedad, llegaste muy emocionada- respondí con
seguridad. Sin embargo, había algo que me incomodaba respecto a todo el asunto
de la Bahía de Santiago- ¿Es lo que pasó en la Bahía de Santiago lo que no te
gusta?
-Creo que sí,
pero creo que hay algo más, algo alrededor de esto y…
- Siento la
tardanza jóvenes- apareció de repente Don Joaquín, sin darse cuenta de la
interrupción que causo, pero hasta el día de hoy pienso que tal vez haya sido
lo mejor, no hubiera querido que Amanda siguiera pensando en aquello que la
incomodaba, y no me habría gustado seguir oyendo suposiciones que alterarían
más mis ya obsesivos pensamientos.
-No hay ningún
problema- Respondí, Amanda también lo hizo, de manera similar.
-¿Les parece si
entramos? tardaremos un rato en esto, creo que sería lo mejor- Nos propuso Don
Joaquín mientras sonreía de forma nerviosa. No negaré que me sentí un poco
desconfiado, pero ver la colaboración mostrada por Amanda hacia la decisión del
hombre, me dio cierta seguridad, ese efecto solía generar ella en mí, creo que
todavía.
Entramos a la
casa, y seguimos al hombre hasta una sencilla sala de estar, conformada por una
tercia de sillones de color café claro, y una mesita de centro. Las paredes
estaban cubiertas por varias fotografías en sus respectivos marcos, imágenes de
distintas épocas, en colores sepia, grises y a color. Hijos, Tíos, primos,
padres, hermanos, amigos y nietos, todos ellos daban un aire hogareño al lugar.
Un sitio agradable en resumidas cuentas.
Don Joaquín nos indicó que nos sentáramos en un sillón
doble, justo enfrente de otro individual que parecía ser el sitio donde le
gustaba estar. Amanda se sentó, y yo la seguí, a continuación en anciano hizo
lo mismo, se acomodó bien y dijo:
-Bueno, creo que
podemos continuar con la historia ¿Dónde iba? ¡Ah ya recuerdo! Entonces,
sigamos.
†
“Así fue, del
mar salía una especie de isla de color negro que había surgido desde el fondo
de alguna forma. Después de ese suceso discutí con mi padre para que me
permitiera ir a la Universidad, un poco para poder entender lo que pasó ese
día, quizá las ciencias me brindarían la respuesta que quería. Aunque más bien
lo hice para alejarme de la Bahía de Santiago, puesto que me causaba temor y
pesadillas todas las noches t todos los días desde aquella mañana. En fin, La
gente se acumulaba alrededor de la orilla para poder admirar el extraño objeto
surgido de las profundidades, hombres, mujeres y niños rodeaban el lugar,
aunque los pequeños dejaron rápidamente el lugar puesto que sus padres se
mostraban desconfiados con todo el asunto del montículo ¡Vaya que tenían razón!
Pero debieron irse ellos también, todos y cada uno, incluyéndome ¡Ahora ya nada
de eso importa! Los adultos nos quedamos a ver el extraño y asombroso
espectáculo, sin tener la más mínima idea de lo que ocurriría en sólo unas
horas. La gente se acercaba al mar en un intento por ver mejor el montículo,
algunos incluso nadaron hacia él. Yo me quedé en la orilla mirando todo con
mucha atención. Las mujeres, aparentemente más prudentes, mantuvieron su
distancia del desconocido objeto. Todos a excepción mía, creo, fueron incapaces
de notar como el cielo cambiaba de coloración, como el agua parecía cambiar su
consistencia, y como algo invisible para nosotros se movía a plena luz del día,
esperando por nosotros. Pensé que todo
esto era una alucinación, una visión de locura o producto de una intoxicación,
o tal vez del embrujo del Maligno, durante décadas traté de convencerme de eso.
Años
después me enteraría de la formación de islas a través de volcanes en el fondo
del mar, aunque en ese entonces no era más que un ignorante, creo que todavía
lo soy. Sin embargo, la Bahía de Santiago no se encuentra en una zona sísmica,
y mucho menos en una zona propensa a esa clase de fenómenos. Pese a que pudiera
equivocarme respecto a esto, yo mismo vi como la roca negra desaparecía al
final del día, como si nunca hubiera estado ahí.
†
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