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sábado, 3 de octubre de 2015

Las mareas del final. Capítulo 3

Las nubes presentaron colores anormales, demasiado apagados, creí entonces que una tormenta se aproximaba, pero no se parecía a ninguna otra que hubiera visto alguna vez, era como si esos enormes nubarrones devoraran la luz. En ese instante pareció que el tiempo se detuvo, como si estuviéramos apartados del resto del mundo.
Ya no había niños presentes, pero unas cuantas decenas de personas permanecían en el lugar, me pareció en ese momento que se mantenían en el lugar por algo más que por el espectáculo visual, aunque nunca supe que fue. Parecía que yo era el único que se daba cuenta de esto, y de todo, como si estuvieran bajo un hechizo.
            Lo que ocurrió a continuación fue sorprendente: El nivel del agua comenzó a subir, primero lentamente, después más a prisa, segundo a segundo más, cada vez más rápido. Las personas no se inmutaban, sólo miraban el montículo, y las extrañas aguas que habían perdido cualquier clase de transparencia que pudieran haber poseído antes.
            Por un momento pensé en advertirles, pero entonces noté que algunos se daban cuenta de lo que ocurría y trataban de avisar a los demás. Su destino fue espantoso, creo que es lo más grotesco que he visto jamás: algo invisible los tomaba y los arrastraba hacia el mar, los que no ponían resistencia eran ahogados sin más, ellos tenían suerte. En cambio, los que trataban de evadir su sentencia, se les arrancaban los miembros y eran despedazados estando todavía vivos, para rematarlos llevándolos al mar. Sólo veíamos a las personas siendo destrozadas por algo que se movía dejando huellas circulares en la arena, aunque estas aparecían de repente, de un momento a otro, brincando entre grandes distancias. A veces parecía que más que brincar o caminar, simplemente bajaran, como si fueran parte de algo más grande, algo gigantesco.
            Al ver esto, unas tres o cuatro personas se echaron al suelo a llorar, si alguien más se hallaba fuera del trance posiblemente le ocurrió lo que a mí: se quedó congelado.
            El tiempo pasó lentamente, de hecho perdí la noción de él, sólo podía ver con horror como las aguas oscuras se acercaban poco a poco hacia nosotros. No recuerdo haber pensado algo en especial en ese momento, creo que el miedo me hacía incapaz de ello; por mi mente pasaron imágenes aleatorias de cosas tan variadas y desiguales, carentes de relación entre sí. No razoné por qué lo hacía, y pasaron muchos años para que lo hiciera.
Juraría que la carretera que debería haber estado a mis espaldas había desaparecido, y en el cielo las nubes se deformaban por el movimiento de algo…

Don Joaquín detuvo su relato, puesto que su esposa entró en ese momento a la habitación. Cargaba una bandeja con unas tazas y una jarra sobre ella. Don Joaquín se levantó rápidamente, le ayudó a la mujer a poner las cosas en la mesa, y dijo:
-Ah, disculpen, Esta es mi esposa Ana, creo que uno de ustedes ya la había conocido por teléfono- se apresuró a presentarnos, al parecer el hombre trataba de mantener
-Sí, fui yo- dijo Amanda, parándose con velocidad para saludar a la señora. Yo la imité.
-¡Hola! Muy buenas noches- saludó la señora, con bastante buen humor- Amanda ¿verdad?- la susodicha asintió- que bonita es usted, y su voz también lo es- entonces me volteó a ver- Oh, disculpe ¿usted es…?
-Sí, soy yo Ángel- contesté y le di la mano.
-Sí, ya- hizo una pausa- mi esposo me comentó que usted estudia historia.
-Así es.
- No sé qué es, pero usted tiene algo que me parece familiar- dijo sonriendo la señora- Tal vez sólo sea que usted es bastante atractivo, como mi esposo cuando era joven.
-Muchas gracias- le contesté sonriendo.
-No tiene porque.
La señora nos miró con curiosidad, y se retiró con un amable gesto, regresando a su habitación, o quizá a la cocina.  En cuanto esto pasó, el anciano nos volteó a ver, sonrió sin mostrar en realidad muchos ánimos, y me dijo:
-Qué curioso, hasta ahora me doy cuenta.
-¿De qué se dio cuenta?
-Su nombre, me parece curioso, curiosamente adecuado por su significado- hizo una ligera pausa- Bueno, continuemos con la historia ¿En qué iba?
-Notó que la carretera había desaparecido y…- respondió Amanda.
-¡Ah ya recuerdo! Discúlpenme- suspiró- En este punto no estoy seguro de continuar ¿Seguros que quieren continuar? Para que pregunto si así es.  No importa, sigamos.

Había algo de gran tamaño en las nubes, parecía moverlas, o tal vez se movía entre ellas,  de modo que las deformaba a causa de sus proporciones. El agua se acercaba a nosotros lentamente, cada ola se hallaba, segundo a segundo, más cerca de nosotros, como una horrible visión, un augurio de cosas terribles.
            ¡Ojalá que el mundo pueda vivir sin ver lo que es auténticamente desconocido! ¡Ojalá pueda olvidar!
            En cuanto el agua alcanzó a la primea fila de personas me pude percatar que dos personas retrocedieron lentamente, mientras los demás eran devorados por el mar. Entonces yo, y otros cinco que al parecer se hallaban fuera de la parálisis, notamos que las cosas invisibles no nos atacaban si solamente retrocedíamos con lentitud.
 Entonces, Nos hicimos para atrás todo lo que pudimos, de los diez que nos percatamos de lo que sucedía, seis tratamos de sobrevivir, mientras los otros cuatro se quedaron echados en el suelo, viendo el final acercarse hacia ellos, sin luchar contra lo que no veían ni tratar de evitar su destino, observando con tristeza, llorando o paralizados más bien por el miedo. Resignados todos ellos.
Cada paso en busca de la seguridad de la tierra parecía ser sólo una forma de aplazar nuestra desaparición, quizá el término más clemente y pacífico hubiera sido, de una forma simple, aceptar lo inevitable. Pero no lo haríamos así. Luchamos todos, de la forma que pudimos, por vivir por lo menos unos minutos más. Nos hicimos para atrás, cada vez más, hasta que un enorme muro detuvo nuestro avance”.


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