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sábado, 23 de junio de 2018

Andar



Andar entre las voces de los cedros, surcar el brillo que atraviesa las hojas, en medio del pasar de la hoja de un lado a otro, del verde al negro y al blanco, en la danza del viento y del andar de murmullos melódicos, pero disparejos, en ocasiones rompiendo en la disonancia. Tus pasos sobre la húmeda tierra, suaves, al ritmo de instrumentos de viento y cuerda, de movimiento y vibración, y de correr, como el paso del agua que fluye, cuyas notas se cantan en el arroyo y en los mares, desde flautas y zanfonas hasta laudes y armónicas, y no intervienen las percusiones, no aún, sólo hasta el momento justo, pues la base rítmica conforma instantes infinitos entre golpe y golpe, entre nota y nota, en el silencio. Caminas, corres y saltas a la par de las hojas que caen, tus pasos son toques ligeros en la tierra, leves percusiones. Entonces algo vuela, se lanza desde la maleza, y atraviesa el espacio donde las sombras danzan con los haces de luz, al igual que tú, en las tierras que habitan los hijos del Balance, escondidos entre lo grande y lo nimio, a fin de pasar entre la tierra y el éter sin ser observados, ni mucho menos conocidos, ya que los hijos del Hombre no entienden el Balance, dilucidan de su ser, pero nunca podrían conocerlo, a pesar de formar parte de él, al igual que todo. Algo te sigue, corriendo sobre hojas muertas, y sobre hojas vivas, seguido a su vez por algo más. No te das cuenta, porque también sigues algo que nunca está a tu alcance y ni siquiera conoces, sólo persigues un nombre, el nombre que pronuncian los vientos y flota en los arroyos. Lo que te sigue tampoco te conoce, apenas y te ve como algo que necesita, al igual que tú. Te adentras entre los árboles, la tierra besa los pasos, le apasiona tu andar, y sabe que vas al monte. Sonidos de pezuñas y garras, de manos suaves tocando las hojas como si fueran cuerdas de instrumentos antiguos, de alas agitándose con fuerza y delicadeza, atraviesan las ramas y las hojas caídas, recorren la brisa y evaden el brillo, algunos pertenecen a un caminante, otros a Lo que acecha, y otros más Al Que se esconde en el viento y las voces. Hay una pequeña corriendo por ahí, o un pequeño, tal vez se llame Ivette, o Ilán, pasa cerca de ti, más no la vez. Cada uno tiene un camino propio, que de no cruzarse ni siquiera moverá tu vida, pero su sola voz cambia tu ritmo. Es probable que desaparezca, ella para ti, y tu para ella, sin nunca haberse visto, a pesar del camino que uno dejó atrás, por el que el otro pasó sin percatarse. La niña o el niño juegan, no saben lo que hay detrás de ellos, podrían desvanecerse de no tener cuidado, podrían morir ante El que Acecha, o ser atrapados por Aquel que todo desea poseer, más no se dará cuenta de nada, y si lo hace puede que se entregue y deje de caminar, o sufra el saber de su destino. Sin embargo, tu y el otro corren hacia lo vasto, y danzan al ritmo del Tiempo y del Fin, y éstos solo siguen la ruta del Pasar, y todo viaja en el Flujo, y es parte de él, pues el Flujo precede y prosigue al Todo, lo Eterno y lo Infinito recorren el Flujo, al igual que todo lo demás.  Avanzas entonces, por ríos y arroyos, por hielos y selvas, saltas el fuego, incluso ardes en él, o lo tomas, sólo para mantener tu paso, sin darte cuenta de dónde estás. Sabes que no te puedes detener, las cosas permanecen , pero no se detienen, la Muerte y la Vida armaron, sin saberlo, un orquesta para el Equilibrio. En ese instante, ese momento en que alcanzas la cima, te percatas del camino transcurrido, crees que te detienes a contemplar la vista, el pasado, aunque sigues avanzando sin saber. Atrás ha quedado El que acecha, y Aquel que todo desea poseer, te has salvado de su mano y sus colmillos, quizá Ivette o Ilán tengan la misma suerte, pero ¿Cómo saberlo? En tu andar has completado los pasos necesarios para iniciar la travesía, ahora sientes la naturaleza de las cosas, el pasar del mundo y de cuantos mundos puedan haber. Dejas la ofrenda, y ofrendas tu camino para poder seguir andando. Ahora eres un nómada, eres parte de los Nómadas de Irín, y estás listo para unirte a ellos y recorrer la Gran Tierra. Recuerda que los nómadas son las únicas personas que deciden seguir la dirección del mundo, sin perder su propio camino, su propia libertad. Nadie más en la Gran Tierra entiende lo que los Nómadas de Irín, no como grupo, pues los Nómadas comparten su camino, pero saben que todos tienen su propio camino, que no es y no puede ser de alguien más. Recorren así, en grandes caravanas, al paso que dicta la voluntad del mundo y de sus voluntades, cuales tocan a la misma melodía. Cualquier persona, del pueblo o la raza que sea, y de las más variadas naturalezas y principios, puede seguir a los nómadas mientras quiera entender el principio del pasar, del viaje que todo cuanto hay emprende.; y entre los nómadas hay personas de toda clase y credo, compartiendo lo que creen, pues toda creencia, al existir como tal, es parte del Árbol del Principio y el Fin, y por ende del Flujo, el cual es conocido en realidad por el Balance, también llamado Equilibrio, y por nada más. Has de saber que hay voces lejanas y desagradables, y otras cercanas y cálidas, y ambas viven entre los nómadas, puesto que saben y escuchan, resisten y se dejan llevar, debido a que saben del principio de las cosas, más ninguna cree conocerlo en realidad, en consideración de las posibilidades que puede alcanzar el humano. Así, al haber pasado la prueba en el Bosque de los Árboles silbantes, o en las orillas del Río del espejo blanco, en dirección al Monte de los dioses ocultos, o de la Montaña de las hojas que susurran, o de cualquiera de los sitios rituales por los que atraviesan los nómadas, ahora eres un Nómada. Recuerda que entre Nómadas no se nombran como Nómadas de Irín, pues es el nombre con que los pueblos de la Gran Tierra los han bautizado por la antigua leyenda de su origen. Eres un Nómada, no un compañero ni un amigo ni un hermano, eres alguien que comparte la travesía, y has decidido seguir andando como un nómada, sobre la tierra y en el brillo, en los vientos y en los mares, y sobre los hielos, para nunca dejar de andar, entre las voces de los cedros...



Antonio A. Huelgas
18 de Junio del 2018