Entrada destacada

Movilización a Memorias andantes

Una necesaria movilización Hace ya un año, con la caída de Google +, decidí trasladar el blog a WordPress, a fin de mantener con vida e...

sábado, 10 de octubre de 2015

La muerte de Dios

Cuando menos lo pensaba ocurrió ¿Quién hubiera podido esperar algo así siquiera? Yo sólo creía en ello puesto que tenía la certeza de que era una realidad. Para mí lo era, y lo será hasta que el indescriptible vacío decida tomar lo que queda de mí.

¿Quién soy yo? ¿Qué soy yo? Yo soy, soy el ser, la esencia y la sustancia. Soy el Origen y el Producto, la Causa y su lógica Consecución, lo visible y lo invisible. Soy el Alfa y el Omega, el Inicio y el Desenlace. Soy lo que algunos llamarían Dios.

Es curioso como se han dado las cosas. Si comparáramos el mundo en el que ustedes habitan con mi ser, éste sería apenas como un átomo de los que están compuestas mis células. Sin embargo yo nací carente de conciencia, poderme percatar de mi propia existencia un tiempo individual sumamente amplio, casi tanto como el poder darme cuenta de la magnitud de mi ser.

En un primer instante pensé que era yo el único. Alguien que habitaba en el absoluto vacío, en la nada. ¿Me sentía sólo? No puesto que el sentirme así hubiera implicado un previo contacto con otro. La soledad era todo lo para mí había, hasta que me di cuenta de que no estaba realmente solo.

En algún momento logré percibir que dentro de mi había cosas extraordinarias. Nunca habría sido capaz de imaginar los universos que existían dentro de mí hasta que puse atención en como distintas partes de mi se destruían y reconstituían. No se cuanto tiempo me tomó el notar esto, de hecho este propio concepto es un tanto vago. Finalmente noté lo que ocurría dentro de mí: primero un sublime espectáculo de luz y oscuridad, después pequeños objetos esféricos que se movían entre grandes masas lumínicas. Varios de estos objetos estaban vacíos, otros brillaban, en otros conocí estados materiales como el viento, los líquidos, cosas que eran como fuego y los objetos sólidos,noté sus similitudes con elementos aparentemente aislados en el vacío. Todas éstas cosas constituían una sola de mis células.

En mis observaciones aprendí que era la quietud y el movimiento, la materia y el vacío, miré todo lo que existía a gran escala en la unidad más pequeña de mí mismo. Finalmente encontré la vida.

En una de las esferas logré ver pequeñas cosas que parecían interactuar entre sí. Se alimentaban unos de otros, se reproducían a través de una especie de contacto entre ellos, y al final se derrumban en el suelo, para no levantarse otra vez, así morían. Al morir, aquello de lo que estaban hechos se volvía parte del mundo que los rodeaba. Varias de estas cosas al parecer eran poseían conciencia, siendo por tanto inteligentes, y capaces de percibir su propia existencia. Así conocí a los seres vivos y a la muerte.

Cuando vi esto, pensé en buscar la forma de comunicarme con ellos, pero carecía de algún lenguaje, nunca lo había requerido. En suma a lo anterior, hallaba imposible lograr darles a entender mis ideas. Decidí seguirlos observando, quizá así aprendería lo suficiente para lograr mi cometido.

Observé cómo en una de estas partículas nacían distintos mundos,  como sus habitantes caminaban, nadaban y volaban. Vi como las civilizaciones crecían hasta destruirse a sí mismas. Los eventos ocurridos en cada uno de mis átomos creaban otros átomos exactamente iguales. Toda acción individual o general afectaba no sólo al mundo donde se daba, sino además creaba uno o varios universos distintos, o los desintegraba. Todo esto ocurría en cada una de mis células.

La vigilancia que dediqué a las mínimas unidades de mi ser, y a sus habitantes, duró incontables eternidades. Vida y muerte, perpetuidad y cambio. Conocimientos que me brindaron una idea de la magnitud de mi ser.
No fui jamás Creador ni Destructor, no de forma intencional.


***


Yo era la eternidad, una totalidad, una infinita serie de infinitos. Creía ser todo lo que existía, y cuando descubrí que no era así, pensé que todo lo que había residía en mí. Volví a equivocarme, de forma fatal.

Siendo el único ser libre, quise dar libertad a otros, más no sabia como. Deseé ser reconocido, admitido, y que se conociera mi existencia. Miles de criaturas habían adorado deidades de sus mundos, pensé que esta era una forma en que intentaban comprenderme, pero estaban inmensamente lejos de la verdad, alejados de mí.

En alguna ocasión, unos animales de una cierta partícula se extendieron tanto en poder y desarrollo, que encontraron el final de su universo. Tal evento me impresionó e interesó, quería saber que estaba a punto de pasar. Murieron. Todos y cada uno desaparecieron en un inmenso abismo que empezó a devorar cosmos sin parar, extendiéndose por gran parte de mí. Esa era la Nada, la máxima necrópolis, el fin absoluto.

Detuve su avance a tiempo, antes de ser consumido. Por primera vez conocí el miedo. Sentí lo que era poder desaparecer. Dividí entonces fracciones de mí, tratando de acumular en ellas la mayor cantidad posible de moléculas en las que habitaran especies con semejantes capacidades, con el fin de que si volvía a pasar algo así, no se extendiera completamente por mi ser, y que todos estos mundos se desvanecieran en durante dicho evento.

Asimismo, no únicamente las expansiones extremas de las especies vivas podían afectarme. En algunos mundos nacieron monstruosidades que se expandían como lo que ustedes conocen como el cáncer. La solución fue la misma.

Mi forma en conjunto puede decirse que era como un enorme cuerpo sin forma específica, formado por miles de millones de figuras semiesféricas, flotando sobre un vacío infinito: la totalidad y la nada. Digamos que estaba solo en este sitio, aunque dentro de mí habitaba todo cuanto existía ¿Cómo fue que comencé a morir? Aún no lo sé, y parece que moriré con la duda. Me gusta creer que soy como uno de los mundos que me conforman, siendo parte de algo aún más grande, o de algo más pequeño, como una de esas esferas que brillan en el interior de mis partículas, o como una porción de algún ser vivo en algún mundo, de su cuerpo o de su alma.

En todo caso, llegó un momento en que cada uno de los mundos que me conformaban empezaron a separarse, poco a poco.

La desintegración de mi ser era preocupante, aterradora. Aunque no fue nada comparada con la expansión de un cierto algo dentro de mí. No era como aquellas monstruosidades cancerígenas, ni como la consecuencia inmediata de la expansión extrema de una especie, aunque crecía de forma muy similar a estas. Además, su existencia parecía acelerar los procesos de desaparición consecuencia de los otros dos fenómenos. Ante la falta de nombre que poseía ese algo, lo llamaré el vacío.

Mi terror se hacía cada vez más grande al ver como se desmoronaban distintas estructuras de mi ser, casi por completo. Entonces intenté aparecer en los mundos que poseían civilizaciones que habían crecido casi hasta llegar al final de sus mundos, para advertirles lo que pasaba, que detuvieran su avance o que ayudaran a buscar una solución al problema. Desafortunadamente, tuve éxito.

En el momento en que traté de advertir a los que en mí habitaban, de lo que ocurría en los últimos confines de mi ser, noté que seguía siendo demasiado grande para ellos y seguía sin comprender la clave, o el código, con el cual poder comunicar mi mensaje. Los observé durante muchas generaciones de vidas de estas criaturas, para aprender su lenguaje. Mientras tanto, seguía desintegrándome, y lo que había hecho al reducir mi conciencia a la escala más pequeña posible, había provocado que creciera el vacío.

Cuando al fin logré comunicarme con los seres vivos, en todos sus distintos lenguajes, noté que su miedo fue grande. Ninguno de ellos estaba preparado para algo semejante, y ninguno hizo caso a mi advertencia. Muchos de ellos huían despavoridos y enloquecían, gritando incoherencias, rezando, matándose entre sí, incluso suicidándose. Algunos trataron de mantener el orden, pero el frenesí generado por mi mensaje fue mayor que cualquier intento por calmar a la gente. Sólo unos pocos escucharon con paciencia y serenidad, varios de estos se retiraron a lugares solitarios para poner mayor atención. Estos oyeron lo que tenía que decirles, mas no fueron capaces de dar una posible solución. Sin embargo, agradecieron el aviso, asegurando que estaban listos para el final. Esto sucedió en una infinidad de mundos, con una infinidad de seres.

Al momento de volver a la totalidad de mi ser, me encontré con que gran parte de esta pertenecía ahora a la nada. Todo esfuerzo por mi parte fue inútil, mi final, el final de todo cuanto existía era inminente. Es inminente.


***


La mayor parte de mi ha desaparecido, moriré, y no lo puedo evitar. El Vacío está por terminar de asimilarme. La bruma que me rodeaba se despeja. Una poderosa luz me envuelve.

En mis horas finales, veo a otros como yo, millones de millones de ellos. Unos viven y otros desaparecen al igual que yo. Una infinidad de totalidades con una infinidad de vacíos, como esferas apiladas de una en una por orden de color, entre cada uno hay una ausencia de luz. El todo y la nada son sólo parte del Todo absoluto ¿Viviré o moriré? ¿Será este mi final? Ni siquiera yo sé que pasará ahora.

martes, 6 de octubre de 2015

El mirón


ADVERTENCIA: el relato posee contenido sexual y violencia explícita. Se recomienda discreción.


Creo que me ha visto. Casi puedo jurarlo. De verdad que no tenía planeado entrar a la habitación de esa mujer, sólo tenía curiosidad, o eso creo, la verdad no se ni cómo llegue aquí. Se que estaba en el cuarto, entonces escuché pasos y corrí a esconderme en el armario.

La chica entró, era notablemente atractiva. Su cabello era castaño claro, piel blanca, no alcancé a ver sus ojos, pero se veían bien a la distancia, y formaban un bonito conjunto con sus labios pintados de rojo. Su figura era delgada, pero bien formada, la proporción de sus caderas era perfecta, tanto sus senos como sus piernas daban muestra de que la chica se ejercitaba lo suficiente para verse bien. Todo esto remataba con un elegante vestido negro. La joven mujer  resultaba bastante sensual, además de hermosa. La admiré unos segundos, hasta que noté que iba entrando un hombre.
Era un sujeto de mediana estatura, hombros anchos y aspecto elegante. Su traje era fino, parecía ser que el tipo poseía fuertes recursos financieros. Algo se me hizo familiar en él.
Al instante me di cuenta de lo que iba a pasar. Iban a fornicar.
Los besos, las caricias y el ver como se quitaban la ropa, confirmó mi teoría ¡Carajo! Con suerte estaría atrapado en aquel armario hasta que ellos terminaran y se quedaran dormidos, o se fueran de ahí.
Tuve que ver todo el preámbulo durante varios minutos, hasta que decidieron por fin echarse a la cama y empezar. El tipo se quitó la corbata, desabrochó su cinturón y se dispuso a empezar. Ató las manos de la chica al respaldo de la cama, derecha con el cinturón e izquierda con la corbata. Parecía ser que lo hizo con mucha fuerza, aunque ella no se quejó.
El hombre le quitó a la chica el vestido, con una impresionante gracia y facilidad. Conforme iba retirando el vestido, pude ver la ropa interior de la chica sobre un cuerpo que cualquier hombre estaría extasiado de ver. Esto no duraría así mucho tiempo, pronto pecho y vagina quedaron descubiertos. Así los dos hicieron el amor. Describir el acto podría resultar agradable de no ser por lo que ocurrió después.
Llegó el momento en que el tipo sacó un cuchillo largo. La chica miró nerviosa el objeto, y el tipo no se molestó en tranquilizarla, al contrario: en cuanto vio la cara de la chica sonrió, mostrando todos los dientes.
El primer corte fue en el brazo, y después en el otro, dibujando cruces en cada uno. Posteriormente trazó una línea a lo largo del torso. la mujer gritó y trató de patear al tipo. Este solamente se limitó a sacar una soga de un maletín que estaba en el suelo, con ésta le amarró las piernas a la chica, al parecer los gritos no le importaban. Quise ayudarla, pero estaba paralizado, mi cuerpo no respondió a ninguna de mis órdenes.
Durante varios minutos el hombre realizó una serie de cortes por todo el cuerpo de la chica. Incluso prendió una vela que llevaba en su maletín, y uso la cera de ésta para quemar a su víctima. El acto sexual se había convertido en violación y tortura.
Tras un rato, el sujeto comenzó a marcar un extraño símbolo en su propia mano, en la izquierda. Lo mismo hizo con la mano derecha de la joven, quien imploraba una ayuda que no llegaba, y una compasión a un ser incapaz de darla.
El hombre besaba a la chica en distintas partes de su cuerpo, para darle mayor placer a su cruel acto. Finalmente, el tipo tomó la mano derecha de su víctima con su mano izquierda, la sostuvo con fuerza. Entonces se agachó y besó con pasión la boca de la mujer, fue un beso largo y profundo. Mientras lo hacía, deslizó la punta de su cuchillo por la garganta de la chica. No quitó los labios de la boca de ésta, hasta el momento en que murió. Así acabó todo.
Me hallaba al borde de salir corriendo, pero temía terminar muerto. Entonces el sujeto dirigió su mirada al armario.
- Ahora te toca a ti, amigo mío.
El tipo camina hacia donde me estoy refugiando. No puedo moverme, sólo ver con horror como ese monstruo viene hacia mí.
-Ésta vez no interrumpiste ¡Felicidades!


****
Delante de mí sólo está mi reflejo. Estoy ahora en la habitación, frente al closet, donde creía estarme escondiendo. Dentro de él hay una especie de cajonera, con un espejo hasta arriba, el cual se haya a la altura de mi cara.
En mi mano está un cuchillo ensangrentado, y en la cama el cuerpo de una mujer a la que creía estar viendo con impotencia mientras era asesinada. No sé que ocurre, ni porque estoy vestido de forma tan elegante ¡Ojalá hubiera sido yo un simple mirón!

sábado, 3 de octubre de 2015

Las mareas del final. Capítulo 3

Las nubes presentaron colores anormales, demasiado apagados, creí entonces que una tormenta se aproximaba, pero no se parecía a ninguna otra que hubiera visto alguna vez, era como si esos enormes nubarrones devoraran la luz. En ese instante pareció que el tiempo se detuvo, como si estuviéramos apartados del resto del mundo.
Ya no había niños presentes, pero unas cuantas decenas de personas permanecían en el lugar, me pareció en ese momento que se mantenían en el lugar por algo más que por el espectáculo visual, aunque nunca supe que fue. Parecía que yo era el único que se daba cuenta de esto, y de todo, como si estuvieran bajo un hechizo.
            Lo que ocurrió a continuación fue sorprendente: El nivel del agua comenzó a subir, primero lentamente, después más a prisa, segundo a segundo más, cada vez más rápido. Las personas no se inmutaban, sólo miraban el montículo, y las extrañas aguas que habían perdido cualquier clase de transparencia que pudieran haber poseído antes.
            Por un momento pensé en advertirles, pero entonces noté que algunos se daban cuenta de lo que ocurría y trataban de avisar a los demás. Su destino fue espantoso, creo que es lo más grotesco que he visto jamás: algo invisible los tomaba y los arrastraba hacia el mar, los que no ponían resistencia eran ahogados sin más, ellos tenían suerte. En cambio, los que trataban de evadir su sentencia, se les arrancaban los miembros y eran despedazados estando todavía vivos, para rematarlos llevándolos al mar. Sólo veíamos a las personas siendo destrozadas por algo que se movía dejando huellas circulares en la arena, aunque estas aparecían de repente, de un momento a otro, brincando entre grandes distancias. A veces parecía que más que brincar o caminar, simplemente bajaran, como si fueran parte de algo más grande, algo gigantesco.
            Al ver esto, unas tres o cuatro personas se echaron al suelo a llorar, si alguien más se hallaba fuera del trance posiblemente le ocurrió lo que a mí: se quedó congelado.
            El tiempo pasó lentamente, de hecho perdí la noción de él, sólo podía ver con horror como las aguas oscuras se acercaban poco a poco hacia nosotros. No recuerdo haber pensado algo en especial en ese momento, creo que el miedo me hacía incapaz de ello; por mi mente pasaron imágenes aleatorias de cosas tan variadas y desiguales, carentes de relación entre sí. No razoné por qué lo hacía, y pasaron muchos años para que lo hiciera.
Juraría que la carretera que debería haber estado a mis espaldas había desaparecido, y en el cielo las nubes se deformaban por el movimiento de algo…

Don Joaquín detuvo su relato, puesto que su esposa entró en ese momento a la habitación. Cargaba una bandeja con unas tazas y una jarra sobre ella. Don Joaquín se levantó rápidamente, le ayudó a la mujer a poner las cosas en la mesa, y dijo:
-Ah, disculpen, Esta es mi esposa Ana, creo que uno de ustedes ya la había conocido por teléfono- se apresuró a presentarnos, al parecer el hombre trataba de mantener
-Sí, fui yo- dijo Amanda, parándose con velocidad para saludar a la señora. Yo la imité.
-¡Hola! Muy buenas noches- saludó la señora, con bastante buen humor- Amanda ¿verdad?- la susodicha asintió- que bonita es usted, y su voz también lo es- entonces me volteó a ver- Oh, disculpe ¿usted es…?
-Sí, soy yo Ángel- contesté y le di la mano.
-Sí, ya- hizo una pausa- mi esposo me comentó que usted estudia historia.
-Así es.
- No sé qué es, pero usted tiene algo que me parece familiar- dijo sonriendo la señora- Tal vez sólo sea que usted es bastante atractivo, como mi esposo cuando era joven.
-Muchas gracias- le contesté sonriendo.
-No tiene porque.
La señora nos miró con curiosidad, y se retiró con un amable gesto, regresando a su habitación, o quizá a la cocina.  En cuanto esto pasó, el anciano nos volteó a ver, sonrió sin mostrar en realidad muchos ánimos, y me dijo:
-Qué curioso, hasta ahora me doy cuenta.
-¿De qué se dio cuenta?
-Su nombre, me parece curioso, curiosamente adecuado por su significado- hizo una ligera pausa- Bueno, continuemos con la historia ¿En qué iba?
-Notó que la carretera había desaparecido y…- respondió Amanda.
-¡Ah ya recuerdo! Discúlpenme- suspiró- En este punto no estoy seguro de continuar ¿Seguros que quieren continuar? Para que pregunto si así es.  No importa, sigamos.

Había algo de gran tamaño en las nubes, parecía moverlas, o tal vez se movía entre ellas,  de modo que las deformaba a causa de sus proporciones. El agua se acercaba a nosotros lentamente, cada ola se hallaba, segundo a segundo, más cerca de nosotros, como una horrible visión, un augurio de cosas terribles.
            ¡Ojalá que el mundo pueda vivir sin ver lo que es auténticamente desconocido! ¡Ojalá pueda olvidar!
            En cuanto el agua alcanzó a la primea fila de personas me pude percatar que dos personas retrocedieron lentamente, mientras los demás eran devorados por el mar. Entonces yo, y otros cinco que al parecer se hallaban fuera de la parálisis, notamos que las cosas invisibles no nos atacaban si solamente retrocedíamos con lentitud.
 Entonces, Nos hicimos para atrás todo lo que pudimos, de los diez que nos percatamos de lo que sucedía, seis tratamos de sobrevivir, mientras los otros cuatro se quedaron echados en el suelo, viendo el final acercarse hacia ellos, sin luchar contra lo que no veían ni tratar de evitar su destino, observando con tristeza, llorando o paralizados más bien por el miedo. Resignados todos ellos.
Cada paso en busca de la seguridad de la tierra parecía ser sólo una forma de aplazar nuestra desaparición, quizá el término más clemente y pacífico hubiera sido, de una forma simple, aceptar lo inevitable. Pero no lo haríamos así. Luchamos todos, de la forma que pudimos, por vivir por lo menos unos minutos más. Nos hicimos para atrás, cada vez más, hasta que un enorme muro detuvo nuestro avance”.