Cientos
de parejas, de viejos y jóvenes, de niños y grandes, de hombres y mujeres,
todos reunidos en un mismo lugar, con distintos intereses e intenciones
personales, con un solo objetivo común: el inicio de la función. Cinema
Fantasía, un lugar peculiar, formado por cientos de salas, una tras otra, a la
entrada hay un letrero anuncia: “SE PROYECTAN HECHOS, RECUERDOS Y VIVENCIAS”. Y
a la entrada un local de café atendido siempre por el mismo anciano. Veo a dos
jóvenes abrazados, y sentados sobre un sillón de oscuro color. Frente a ellos,
alrededor de una pequeña mesa hay dos ancianos hablando de los nuevos, viejos y
próximos días felices, de las tecnologías del siglo XX y del XXI, de los cambios que los
tocó vivir y los que habrían de venir. En el centro del establecimiento, una
joven con una mirada de inusual belleza está sentada al costado de un chico con
lentes de amplias monturas, hablan y hablan pero parece que sus ideas no
conectan, por más que los miro no encuentro
el motivo por el decidieron pasar este rato juntos; la joven me mira en
ocasiones como si me tratase de un viejo amigo, en otras como un interlocutor
mucho más interesante que su acompañante, y en otras como un posible amante-
quizá esta especulación sea exagerada, pero si estuvieran en mi lugar no creo
que lo pensaran de semejante manera. Dos duplos, uno de hombres y otro de
mujeres, se miran con cariño, los primeros hablan de tonterías y se acarician
las manos constantemente, mientras las segundas ríen y se besan cada tanto. Con
el tiempo muchas de estas personas dejan el sitio y son remplazadas por otras.
Aún así me siento raro al estar sin compañía en esta locación. Supongo que hay suficientes funciones para que una nueva empiece a cada minuto,
pese a ser tan largas. No suelo asistir a ellas, pero la última vez que lo hice
la cinta duró casi 23 días, supongo que para los locales ha de ser natural esta
clase de eventos.
Una
docena de horas han pasado y no puedo figurarme cómo quienes viven por estos
alrededores perciben este singular transcurrir. Estos sitios son curiosos, extraños en demasía. Mis ojos se volvieron a cruzar con los de la joven de hace
un rato, de forma evidente, su acompañante me miró incómodo, molesto, con
rapidez volví la mirada a la máquina de escribir y me concentré en las notas de
Chopin. No sé si tienen la capacidad de ver mi herramienta de trabajo, espero
que no. Sería extraño asistir con algo así al cine. Sin embargo no creo ser
juzgado por ello en este lugar.
Al
momento de hacer las debidas correcciones ¿Daré prioridad a la redacción o a la
licencia poética? Supongo que lo pensaré cuando esté fuera de aquí.
Algo
me dice que tendría que abstenerme de venir, en teoría este lugar no es para
alguien como yo. Ahora no sirve pensar en eso, lo haré más tarde al estar de
vuelta en mi casa. Sin embargo, no me puedo permitir olvidar que hago aquí ni
la naturaleza de donde me encuentro, después de todo, como mi abuela me dijo la
primera vez que visité estas inmediaciones: “No debes frecuentar los terrenos
de los muertos”.
Áureo
Boix
8
de octubre de 2016
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