Nada
me resulta tan insidioso, tan extrañamente desagradable y a la vez vivificante,
que aquel sudor frío que corre por la piel en contadas ocasiones, que suele ir
acompañado de un espantoso escalofrío que recorre la columna, desde la cabeza
hasta las vértebras cervicales, y en ocasiones hasta las dorsales. Por lo
general ocurre como reacción homeostática, para descender la temperatura del
cuerpo humano. Pero no siempre es así.
El sudor frío es en sí mismo desagradable, aunque funciona para contrarrestar
lo malo, o quizá prevenirte de ello. Suena un tanto exagerado esto último, pero
yo mismo soy testigo de que no es así.
Un día cualquiera, o una noche
cualquiera, en este momento no estoy seguro de que punto del día era, a causa
de las rarísimas condiciones de lo que pasó, me vi perdido en un sitio poco
convencional: una construcción abandonada. Una obra clausurada a causa de la en
cierto modo a falta de fondos, aunque en mayor medida a una aversión por parte
de los trabajadores hacia el lugar en sí. No a la construcción, no al terreno
sobre el que estaba erigida, ni a su historia, sino hacia algo más, quizá al
conjunto mismo de hechos. Aunque no podría asegurarlo, puesto que el infeliz
terruño apenas y poseía un carácter histórico mayor a los contratos de compra y
venta. Tal vez algún suceso misterioso y oculto se dio ahí en alguna época,
pero desconozco que tan antiguo debió haber sido, puesto que ni siquiera los
documentos más antiguos daban noción de lo que ahí pudo haber ocurrido.
En fin, todo eso no desmotivaba mi
elevada curiosidad, carente de prudencia. Como estudiante de historia, y
fanático de los enigmas, de todo aquello que escapaba de nuestro de nuestro
conocimiento y esperaba algún día salir a la luz de la verdad, o por lo menos a
una forma parcial o procesal de esto, puesto que como prospecto a historiador
no puedo dar por sentado las aparentes certezas. Más aún, si todavía tenía una
noción de verdad que dominaba mi pensamiento, después de lo que me pasó en esa
construcción, pocas cosas quedan que todavía me atreva a dar por hecho.
En
fin, lo interesante de esta narración empieza conmigo situado en el tercer piso
de un edificio inconcluso, que posiblemente sería derrumbado en pocos años,
siempre y cuando alguien tuviera el valor de arriesgarse con una inversión tan
poco fiable. Si el lector es lógico y tiene nociones al menos superficiales del
funcionamiento de la ley en gran parte de los países regidos por un sistema
democrático, se habrá imaginado que
entré ilegalmente. En efecto, así fue. Quizá el más ingenuo haya pensado que
saqué un permiso o algo por el estilo. Pero siento decirle que no es así.
Espero que los más conservadores no piensen en mí como un vándalo, drogadicto,
o bien como un loco que por deseos irracionales entró en propiedad privada, a
un sitio abandonado. Quizá esta última suposición no está tan alejada de la
realidad.
En todo caso, me había introducido
en el edificio, después de haber investigado los pormenores del caso, esperando
encontrar algún elemento que pudiera esclarecer los motivos que habían haber a
tantos trabajadores a dejar un trabajo en apariencia bien remunerado. Sin duda
alguna, había algo por encima de lo que había logrado averiguar en los
documentos oficiales, algo fuera de lo común. La necesidad de conocer la
construcción en cuestión, por mi propia mano, era imprescindible.
Entré al sitio casi al punto del
amanecer, para evitar miradas indiscretas, y, al mismo tiempo, no toparme con
algún posible sujeto peligroso, o en todo caso con algún vándalo.
No creía probable que algo pudiera salir mal teniendo las
adecuadas precauciones. Llevaba una mochila pequeña, en la que cargaba una
lámpara, una navaja de bolsillo, un botiquín de primeros auxilios, y algo
simple para almorzar. Tal combinación me
parecía adecuada para la misión que iba a efectuar. Cargaba además celular y
llaves en mis bolsillos.
El sitio tenía un aspecto
perfectamente normal, dentro de lo que cabe en una construcción inconclusa. No
sé, pero en su momento me resultó algo decepcionante. Saltar la barda había
sido fácil, pero el acceder en el momento justo, evitando una mayor cantidad de
testigos que la inevitable, lo puede describir como un total aburrimiento. En
verdad esperaba encontrar algo, aunque fuera simple, sencillo, que brindara al
menos una información novedosa. Vaya que hallé algo, sin duda que lo hice.
El primer piso estaba vacío por
completo, cosa que me causo cierto alivio. No parecía haber pandilleros o
drogadictos, el sitio estaba tan vacío como si hubiera pasado por ahí una catástrofe.
También me pareció tan solitario como el espacio bajo la cama en la que uno
duerme todas las noches, polvosa, oscura, habitada sólo por quimeras
provenientes de nuestras más obsesivas y terribles fantasías. Ese pensamiento
me pareció divertido, me reí un poco. No importaba quien me oyera, puesto que
no había nadie a mí alrededor. Supongo que es una de las ventajas de estar
solo.
No tardé mucho en recorrer por
completo el primer piso, por lo que me dirigí con sigilo al segundo piso. Fue
exactamente igual, no encontré cosa alguna, nada útil.
Seguí rumbo a la tercera planta, por
suerte el prospecto de vivienda era de seis pisos, lo que me ofrecía muchas
posibilidades para lograr mi cometido. Continuaba mi camino hacia el cuarto,
cuando me di cuenta de algo ciertamente particular: en ninguno de los niveles
había un solo acto de vandalismo deliberado. Ni logré distinguir paredes
pintarrajeadas, ni siquiera un olor a droga, alcohol u orines. Peor aún, no
había rastro de ratas, cucarachas, o de cualquier clase de alimaña.
¿Y si alguien vivía ahí? ¿Algún
vagabundo con un extraño sentido del orden? ¿O tal vez era algo peor? Pensar en
esto me hizo sentir profundamente consternado, un tanto apenado por mi
descuido, y peor aún, con miedo ante lo que podía llegar a pasar si las cosas
se tornaban peligrosas.
Combatí mis temores, recordando que en un principio me
había preparado ya para algo similar, no del mismo origen, aunque semejante sin
lugar a dudas.
Coloqué mi linterna en alto, que por suerte era grande y
metálica, como las que usan los guardias de seguridad. Saqué la navaja de
bolsillo, preparándome para cualquier posible enfrentamiento.
No pensaba abandonar la investigación, algo así era sólo el
último recurso, por si acaso llegaba a presentarse algún peligro inminente, o
bien una situación que no pudiera resolver con diplomacia.
En el cuarto nivel ocurrió algo en verdad interesante:
un mazo tirado a la mitad de las escaleras. Caminé hacia él y lo tomé, entonces
me percaté de que el mango se sentía caliente, como si alguien lo hubiera
dejado ahí hacía poco tiempo. Un mal presentimiento me invadió.
Guardé la navaja, optando por usar el mazo como medio de defensa. Me puse en guardia.
A diferencia de otros pisos, en los que la construcción
se limitaba a un esqueleto de muros y columnas, como el simple modelo de una
construcción en su forma más básica, este piso estaba más detallado. Pasillos y
posibles habitaciones se presentaban frente a mí, un plano mejor definido de lo
que pudo haber sido el edificio en caso de haberse terminado, quedándome más
claro el objetivo de la obra. Noté las peculiaridades de la construcción, la
posición y forma de los ventanales, como había uno circular apuntando justo al
este, así como otro igual al oeste, mientras que el resto eran rectangulares,
como un edificio común y corriente. Lo más curioso era que entre estas dos
aperturas redondas no había obstáculo alguno, y en a una distancia media había
un tragaluz. Por tanto, la luz entraba cuando salía el sol, cuando se ponía, y
al punto del medio día.
Los tres pisos inferiores no parecían concordar en lo
absoluto con los superiores. La posibilidad de que unos fueran parte de un
estacionamiento parecía poco probable a
causa de que eran demasiados para una construcción tan pequeña. El edificio
comenzaba a recuperar su carácter misterioso.
Saqué el celular para tomar unas cuantas fotos, ansiando
conocer los dos niveles que quedaban. Sin embargo, y quizá por suerte, nunca
llegué a conocer el resto de la construcción.
Volví al pasillo para tomar fotografías de unas curiosas
imágenes que hacían referencia a los cuatro elementos de la naturaleza, así
como a las cuatro etapas alquímicas para obtener la piedra de los filósofos. Un
curioso intento por resucitar el arte cisterciense. En ese momento la luz del
sol dejó de verse por el redondo ventanal del extremo oriente del edificio.
Entonces
escuché un ruido.
No supe con exactitud que había sido, pero no el único.
Pronto siguieron más:
Golpe
Golpe fuerte
Golpe débil
Rasguño
Cuatro golpes fuertes
Siete golpes
Diez golpes débiles
Silencio
Golpe fuerte
En cuanto noté que los ruidos provenían de distintas
partes del edificio, sobre todo del piso en el que me encontraba y del sexto,
temí lo peor.
Me precipité hacia las escaleras, con la linterna en alto
y el mazo en posición defensiva.
Golpe fuerte
Rasguño prolongado
El ruido se acercaba a mí. Cada vez más. Mi corazón latía
con fuerza mientras bajaba las oscuras escaleras. Comencé a sudar, mientras
respiraba frenéticamente.
Justo en el tercer piso, cuando me disponía a lanzarme
escaleras abajo, algo me alcanzó.
En cuanto sentí que algo me rozaba la espalda, di un
golpe con el mazo, usando toda mi fuerza. Todo se oscureció.
Vacío. Silencio absoluto.
Las sombras me cubrieron. La oscuridad me invadió. El
sonido de respiraciones, risas burlonas y rasguños aparecieron de fondo, y después
se callaron. El horror me invadió. Quise
pedir ayuda, pero parecía que mi cuerpo había desaparecido. No podía correr ni
gritar, la desesperación me invadía.
Vacío
Golpe débil
Golpe débil
Golpe fuerte
Vacío
Percibí que algo me invadía, que una
cosa terrible se cernía sobre mí. Lo sentía, pero a la vez no. Sabía que estaba
ahí, en mi cuello respirando, en mi espalda rasguñando, pero no era capaz de
sentirlo.
Poco a poco fui perdiendo la
conciencia, desapareciendo.
Estaba seguro de que no sólo mi
vida, sino mi existencia desaparecería después de unos minutos. Entonces recuperé las sensaciones en mi piel.
No fue grato. Un sudor frío recorría
mi frente, mi cuello, mi torso y todo mi cuerpo. Estaba mareado. Varios
escalofríos recorrieron mi columna dorsal, mi cabeza, mis brazos, e incluso mi
rostro.
Rasguños
Golpe fuerte
La luz regresó, para que después
intentara levantarme, abrumado. Mi confusión era enorme, no encontraba ninguna
lógica en lo que había pasado.
Vi en ese instante como una especie
de extraña sombra parecía absorber cualquier forma de luz. Se dirigía otra vez hacia mí.
Corrí hacia el segundo piso, a
medida de que la cosa se iba acercando.
Rasguño
Golpe fuerte
Vacío
Me apresuré en llegar al segundo
piso, cuando me percaté de que la cosa todavía me perseguía. Su velocidad era
tremenda.
Ya no intenté bajar las escaleras, me
dirigí a la ventana del segundo piso. Eso estaba ya muy cerca de mí. Me arrojé
por la ventana.
Caí al duro concreto, salvándome.
En
cuanto estuve fuera de la construcción dejé de sudar. Por suerte no sufrí
ningún daño serio, aunque me dolían un poco las piernas. Me alejé rápidamente
del sitio, agradecido de haber salido vivo.
Las fotos de mi celular no revelaron
nada útil para poder demostrar las anomalías de aquel lugar. No conforme, la investigación
parecía más periodística que histórica, sobre todo a falta de mayores
evidencias. Lógicamente abandoné la investigación.
Jamás intenté continuar con mi
trabajo, ni siquiera a través de las limitadas fuentes. Por un lado la
información era demasiado escasa para lograr llegar a una conclusión, y por el
otro, una investigación directa era muy peligrosa.
En fin, espero nunca volver a sentir
semejante sensación de vacío, esa que me dio cuando la cosa me invadió. Me
pareció todavía más extraño el sudor gélido que, de alguna forma, salvó mi
vida. Ahora me pregunto qué tantos mecanismos biológicos desconocidos nos
acompañan, o el sentido de la aparente racionalidad y las supuestas funciones
lógicas de la química corporal. También pensé en las situaciones que se pueden
presentar cuando da calentura, y el sudor frío recorre nuestra piel, cuando
creemos que es el organismo, que trata de equilibrar las condiciones físicas
¿No será posible que en cada una de esas ocasiones algún mal desconocido aceche
desde los invisibles rincones de la realidad? ¿Y si tal vez el sudor frío es lo
único que de cierta manera nos protege de las extrañas sombras? Probablemente ese horror estaba reducido al
edificio abandonado, o a sitios de similar naturaleza ¿O no?
Antonio Arjona Huelgas
27 de Marzo de 2016