Cada vez que veo tu mirada sé que me acerco
hacia el fin- le dije a la Muerte, no sin cierta melancolía-. Sin embargo,
llegas un poco tarde. Ya todo se ha perdido, y no queda nada por hacer ¿No ves
acaso al fuego devorando al cielo? ¿A la tierra comida por el mar? ¿Ya notaste
que estoy en el último paraje del mundo? Me habías prometido llevarme en paz
¿No es cierto?
La Muerte no me contestó, sólo se quedó mirándome,
en silencio. Sus ojos eran como la profunda extensión del cielo nocturno.
No piensas contestar ¿verdad? Antes hablabas
más, entonces eras más divertida- suspiré-. ¿Cuánto tiempo esperaremos aquí? ¿Te
da curiosidad observar el campo que acabas de cosechar? Me pregunto por qué
tardaste tanto en venir ¡Eres cruel! Y
peor aún, eres lenta ¿Te gusta verme así como estoy ahora? ¿Te causa fascinación
ver a cualquiera en la miseria más absoluta? Seguro que sí, nunca fuiste
precisamente alguien oportuno ¿Recuerdas nuestras pláticas? Si, lo haces, no
necesito que me contestes ¡¿Por qué no te vas de una vez?! No necesitas acompañarme, me
sentía solo antes de que pasara todo esto, siempre me he sentido solo.
La Muerte pareció reaccionar en esta
ocasión. Casi percibí cierta culpa en ella.
Tengo que admitirlo, te presentaste de
una forma agradable. En serio, esta apariencia te favorece- La observé
detenidamente-. Me resulta familiar. No sé, creo que es agradable. Supongo que tú
no tienes género en realidad, aunque no tengo inconveniente con esta imagen de
ti. Creo que si no estuviera tan enojado contigo y tus hermanos, seguro trataría
de conquistarte ¿No te causa gracia? A mí sí. Por cierto, hablando de tus
hermanos ¿Cómo está Vida, sigue enojada porque lo del homúnculo? Tiene que admitir
que mi trabajo fue fantástico, pocos habían logrado crear homúnculos, pero ¡¿Darle
un alma a uno?! ¡Fue perfecto! En fin, Vida siempre me agradó, creo que era la
más bondadosa de todos ustedes, posiblemente mi favorita de todos ustedes.
Aunque demasiado relajada para mi gusto, tal vez demasiado inocente ¡¿A quién
engaño?! Tú y yo sabemos que si algo no tiene tu hermana es la inocencia ¿o no?
No lo sé, todos ustedes son tan extraños, tantos siglos y aún no he podido
comprenderlos. Supongo que es imposible.
Destruí la piedra filosofal, tal como
ustedes me ordenaron, lo mismo hice con los papiros del Sabio- Muerte pareció triste
cuando dije esto, si eso era posible-. ¿Por qué tardaron tanto? ¿Era necesario
discutir el asunto con Equilibrio? Sí, no podía ser de otra forma. Entonces
¿Cuál es el veredicto?
Muerte se quedó un rato sin hacer
movimientos, sin dar a notar sentimiento
alguno, sin hablar ni hacer señas ¿Noté algún sentimiento en ella? No lo sé, era
como sentir enojo, tristeza, pesar, felicidad, todo sentimiento que se le
pudiera a uno ocurrir, y a su vez ninguna, como si un vacío o una imposibilidad
de permanencia en sí mismo no dejara a las emociones fluir como debían. Al
final se acercó a mí, acarició mi cara y puso un objeto en mi mano.
Supe de inmediato lo que deseaba
comunicarme, lo que la Muerte había colocado en mi mano era un anillo, el cual
conocía su origen a la perfección, y su función tampoco era un secreto para mí.
Además, la Muerte me reveló como usarlo.
La Muerte se retiró entonces. Sin haberse
llevado nada de mí, sin llevarme con ella. Parecía ser que mi destino debía ser
trágico ¿Estaba condenado a vivir eternamente? No, había una salida, y era ese
anillo.
La función de ese curioso objeto era una
sola: el último nivel de liberación, el término de cualquier vínculo de
cualquier índole, de toda limitación, el hecho que muchos temen que ocurre al
morir, pero de forma mucho más profunda, cruda y dolorosa. Simple y
sencillamente porque en este caso la especulación más difícil de concebir se
hacía verdadera.
Sostuve el pequeño regalo de la Muerte
durante un tiempo muy largo, horas, días, semanas, o quizá años. Al final opté
por usarlo. Lo coloqué donde debía ir, respiré hondo y me preparé.
Estoy seguro de que el eco de mis
acciones repercute hasta los rincones más profundos del tiempo, y mis palabras
resuenan en la eternidad, en mundos que para mí son inhóspitos. Si aún pueden
conocer sobre mí, es porque todavía no he usado el anillo, y no estoy completamente
decidido a hacerlo ¿Acaso debo vagar por siempre solitario en los desolados
pasajes de lo que alguna vez fue un mundo vivo? ¿Puedo siquiera intentar
concebir la otra opción? Los años pasan y aún espero la respuesta.
Antonio
Arjona Huelgas
Ciudad
de México
14
de abril de 2016
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