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sábado, 30 de abril de 2016

El mundo de los sueños I


El Señor de los sueños



Las situaciones me han llevado a saber que soy el ego de mi propio ser. Hay algo que tengo la necesidad de relatar, un hecho particular, al que no le tengo mucho afecto, mas estoy obligado a remitirme a él.

            El estado onírico es muy curioso, en mi caso puedo identificar que estoy soñando por medio del tacto, debido a que no soy capaz de sentir el toque directo, de modo que, al tocar mi cara no soy capaz de percibir el golpe o caricia. En estos casos he logrado mantener mi sentido del tacto activo, lo que me lleva a mantenerme consciente de mi cuerpo recostado, de la superficie sobre la que se encuentra, de lo que hay sobre él. También podía tener una cierta omnisciencia dentro del mundo proyectado por mi mente, limitada al conocimiento que pueda llegar a tener de mi propio estado.

La historia comenzó durante un sueño. Mis proyecciones parecían perfectamente normales, reconstrucciones de recuerdos del mundo de la vigilia, fantasías con orígenes infantiles, manifestaciones de metas o simples diversiones. Pero algo anormal ocurrió, aunque no del todo, puesto que sólo fue una conversación con un amigo, lo extraño fue que en ese momento tomé conciencia de que me hallaba soñando.  

Me pareció divertido, por lo que no traté de despertarme, en cambio decidí quedarme ahí un tiempo. Recuerdo una fiesta, un viaje en auto a toda velocidad, y una serie de actos delictivos que no tuve temor de cometer al saberme en un sueño. Acabamos en prisión, por una noche, yo y las reconstrucciones de mis camaradas. Al salir fuimos a la universidad, hubo clase, cosa que me pareció graciosa, dadas las circunstancias.

Motivado por la curiosidad, decidí preguntarle al amigo con el que estaba platicando cuando me percaté de mi estado, experimentando, si él sabía que todo se trataba de un sueño.

Pensé que me despertaría, mas sólo recibí una pregunta a forma de respuesta “¿Así que ya lo sabes?” Al momento las imágenes a mí alrededor se disolvieron, como un dibujo en una hoja de papel quedando borrado por el agua. Estuve mucho tiempo flotando en el vacío, expectante de lo que acontecería. Entonces sonó el despertador.

Después de ese curioso sueño donde me permití actuar de formas inconcebibles quedó una semilla que ansiaba germinar en mi mente, un deseo inevitable, la fuerza de una voluntad potente que debía alcanzar su destino, y esta no podía ser otra que la mía.

La noche siguiente, así como en los posteriores,  intenté nuevamente. Tardé casi cuatro noches en aprender a percibir estado mientras dormía, pero lo conseguí. Con el tiempo empecé a experimentar mis capacidades para manipular el espacio onírico. Realicé múltiples experimentos, desde cosas simples hasta prodigios divinos. Podía predecir o elegir el rumbo de los acontecimientos, volar, transformar la materia, e incluso destruir y recrear el mundo con absoluta libertad. Los límites materiales, las asperezas y barreras de la vigilia, eran para mí una pequeñez en las tierras soñadas. Con la práctica conseguí manipular el tiempo mismo, la velocidad de los acontecimientos podía alterarse, la extensión de los momentos se volvía relativa, el poderoso cause de la cascada podía detenerse o ralentizarse. Sin embargo, nunca logré invertir la corriente y explotar sus posibilidades.

Resultará evidente que, al explotar tanto mi capacidad para soñar y llevarla al límite de sus posibilidades, el despertar se volvía un evento traumático. Pasar de ser el dios de mi propio mundo a un simple ser humano generaba una obsesión cada vez más profunda en mi ser. Quería dormir todo el tiempo, soñar y nada más. Me enfurecía en todo momento al vivir en esta contradicción, el fuego de mi propia frustración debía ser remplazado por la calidez de la libertad. Ser una especie de demiurgo al dormir no era suficiente, anhelaba que esa fuera mi realidad, necesitaba algo consistente, absoluto.

Pasaron años antes de ser capaz de concebir una idea útil, pero tuve éxito. Un plan único en su tipo nació en mi cabeza ¿Cómo hacer de mis sueños una realidad? ¿Cómo transformar la realidad misma en un sueño? Si todo era una ilusión ¿Podía ser esta perfectible? La respuesta estaba en la mismísima fantasía, en lo virtual.

A lo que me refiero es a que la ilusión es algo modificable, perfectible hasta sus aspectos más mínimos, en lo que pasa desapercibido. Estas son las sensaciones.

Para alguien que logra manipular la realidad de los sueños, pensar los sentidos más fundamentales se vuelve algo secundario, como fue en este caso el tacto. Siendo incapaz de poseer percibir el simple toque de un objeto contra mi cara ¿Cómo podía anhelar crear algo perfecto?

El trabajo fue arduo, tuve que practicar mucho para simular la complejidad de los sentidos, puesto que tienes que construir una relación que implicó miles de millones de impulsos, así como tener en cuenta la relación de los órganos con el sentir, en conjunto con la producción de una especie de neuronas ilusivas. Es evidente, debía aportarles estas cosas a mis proyecciones y personajes, lo que llevaría mucho tiempo. Por suerte, en los niveles profundos del subconsciente se pude obtener una cantidad infinita de tiempo. Sueños sobre sueños, un nivel tras otro, envejecer, morir y renacer, y repetir el ciclo muchas veces más.

Logré establecer sensaciones en mis sueños, tal como en el mundo real.

Es probable que me faltara preparación, quizá desarrollar más la capacidad de mi conciencia, aunque confié demasiado en mi habilidad, mi voluntad, mi fuerza. Estaba ansioso por crear un ideal absoluto, quise elevarme, ser Dios, y que eso fuera una realidad, una creada a través de la ilusión.

El inicio fue exitoso, era un ser capaz de manipular el universo a su gusto, uno auténtico y verdadero. El defecto estuvo en mi necesidad de brincar a través de los estratos oníricos de forma continua, lo que requería una concentración y un manejo de la capacidad mental al que no hubiera accedido en la vigilia. Mi fuerza parecía diezmarse ante los continuos cambios y las complejidades de laberintos construidos durante milenios, y los evos fueron necesarios para mostrarme la verdad de mis acciones.

 Mi adicción por los sueños sublimes me llevó a desear quedarme en ellos, y con el tiempo, como cabría espera, mi conciencia se perdió en los abismos de mis propias creaciones.

De repente, me desperté, en mi cama, pensando que había despertado. Así, cumplí mi jornada diaria, esperando volver a soñar, ser Dios otra vez. Mi día transcurrió con normalidad, con un exceso de ella. Podría asegurar que todo era un mero recuerdo. Tenía razón.

No me di cuenta de mis errores hasta que me fui a dormir, cuando noté que la libreta donde  registraba mis sueños no estaba, al igual que mi escrito, en ese momento el piso de mi habitación se desmoronó y mi cama cayó en un infinito vacío. Supe entonces que estaba soñando.

Desperté, creyendo que en esta ocasión estaba ya en vigilia. Sin embargo, todo se repitió, esta vez con la presencia de construcciones más complejas, de personajes inventados, descubriendo que seguía dormido.

Esto ocurrió una decena de veces hasta que decidí tomar las riendas de mi mundo, para recuperar mi reino y recurrir a una sacudida que me sacara de la ilusión. Gigantesco fue mi horror al descubrir que era incapaz de controlar mis sueños.

La recreación de la realidad fue demasiado fiel, poderosa y precisa. Lo que me rodeaba se perfeccionaba a cada instante, cerrando los puntos con los que lograba descubrir que las cosas eran sólo una ilusión. La conclusión de mis observaciones era terrible: me había convertido en una proyección en un mundo proyectado por mi propio ser.

La sensación de caída, el suicidio, el provocar mi muerte. Todo fue inútil. Mis sentidos se simularon de forma exacta,  el universo onírico se construyó con una capacidad para autorecrearse, corrigiendo sus defectos, sus fallos ilusivos, armando una segunda realidad con individuos propios y pensantes que la podían manipular con su trabajo, todo por un mecanismo que yo mismo creé. El sueño material había nacido.

Me fundí con la nueva vida que se me presentaba, durante cuarenta años. Y, tras una existencia virtual, olvidé la verdad que una vez había sabido.

******





Un día de tantos me percaté de algo que no había notado antes, el mundo parecía se me hacía raro, incongruente, todo parecía sistemático y predestinado, demasiado. Me sentía nostálgico, débil. Recordaba de forma parcial el poder que alguna vez me había impregnado, aquella potente voluntad. Llevaba años sin soñar cuando me percaté que mi vida era un sueño.

            ¿Cómo lo hice?  Mis sentidos, ahí estuvo la clave.

            Hubo un pequeño fallo cuando originé los sentidos simulados, una breve insensibilidad en el ojo, algo en lo que, por descuidado, no trabajé. Con ello confirmé el haberme vuelto anciano en una ilusión. Regresó a mi memoria todo lo que antes conocía.

            Recuperé poco a poco mis habilidades, y, en cuestión, de días lo que me liberó de mi ilusión me daría la herramienta para salir de las tierras oníricas.

            Primero necesité de todas mis capacidades como soñador, después debí encontrar todos los puntos débiles de mis ilusiones. Sin embargo, mis creaciones desarrollaron una defensa, una forma de mantenerme dormido. Al final debí usar mi último as, viajando al núcleo del universo, destruí el sueño mismo.

            A su vez, en el cataclismo de mis fantasías, me di muerte. Entonces desperté.



*****

Logré llegar al mundo vigil. Aparecí en mi cama, despierto otra vez.

            Al inicio sospeché que seguía dormido. Comprobé que no era así al sentir mojarme los ojos y la cara completa. Me bañé, verifiqué cada parte de mi cuerpo. En el instante en el que supe que en efecto salí de mis sueños logré tranquilizarme.

            Antes de ver a mi familia y amigos, me dediqué un día a vivir en el mundo real, a sentir el viento y el agua, a ver el amanecer y el atardecer. Estando solo, pero reconociendo el mundo real. Después hice lo que otros hubieran hecho, ver a la gente con la que no había estado en años, en siglos transcurridos en una noche.

Nunca volví a manipular mis sueños. Podía vivir sin controlar la realidad a mi plena voluntad, aunque ya no quería verme atrapado en un limbo nacido de mi propia mente. En fin, viví como siempre lo había hecho antes de volverme un soñador lúcido, tuve sueños con placer, sin controlar la realidad de los mismos. No sé si feliz, pero si en paz.

            Estos últimos días he sentido en ocasiones una extraña presión en mi nuca, supongo que no es nada.   


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