El Señor de los sueños
Las
situaciones me han llevado a saber que soy el ego de mi propio ser. Hay algo
que tengo la necesidad de relatar, un hecho particular, al que no le tengo
mucho afecto, mas estoy obligado a remitirme a él.
El estado onírico es muy curioso, en
mi caso puedo identificar que estoy soñando por medio del tacto, debido a que
no soy capaz de sentir el toque directo, de modo que, al tocar mi cara no soy
capaz de percibir el golpe o caricia. En estos casos he logrado mantener mi
sentido del tacto activo, lo que me lleva a mantenerme consciente de mi cuerpo
recostado, de la superficie sobre la que se encuentra, de lo que hay sobre él.
También podía tener una cierta omnisciencia dentro del mundo proyectado por mi
mente, limitada al conocimiento que pueda llegar a tener de mi propio estado.
La historia comenzó durante un sueño. Mis proyecciones
parecían perfectamente normales, reconstrucciones de recuerdos del mundo de la
vigilia, fantasías con orígenes infantiles, manifestaciones de metas o simples
diversiones. Pero algo anormal ocurrió, aunque no del todo, puesto que sólo fue
una conversación con un amigo, lo extraño fue que en ese momento tomé conciencia
de que me hallaba soñando.
Me pareció divertido, por lo que no traté de despertarme,
en cambio decidí quedarme ahí un tiempo. Recuerdo una fiesta, un viaje en auto
a toda velocidad, y una serie de actos delictivos que no tuve temor de cometer
al saberme en un sueño. Acabamos en prisión, por una noche, yo y las
reconstrucciones de mis camaradas. Al salir fuimos a la universidad, hubo
clase, cosa que me pareció graciosa, dadas las circunstancias.
Motivado por la curiosidad, decidí preguntarle al amigo
con el que estaba platicando cuando me percaté de mi estado, experimentando, si
él sabía que todo se trataba de un sueño.
Pensé que me despertaría, mas sólo recibí una pregunta a
forma de respuesta “¿Así que ya lo sabes?” Al momento las imágenes a mí
alrededor se disolvieron, como un dibujo en una hoja de papel quedando borrado
por el agua. Estuve mucho tiempo flotando en el vacío, expectante de lo que
acontecería. Entonces sonó el despertador.
Después de ese curioso sueño donde me permití actuar de
formas inconcebibles quedó una semilla que ansiaba germinar en mi mente, un
deseo inevitable, la fuerza de una voluntad potente que debía alcanzar su destino,
y esta no podía ser otra que la mía.
La noche siguiente, así como en los posteriores, intenté nuevamente. Tardé casi cuatro noches
en aprender a percibir estado mientras dormía, pero lo conseguí. Con el tiempo
empecé a experimentar mis capacidades para manipular el espacio onírico.
Realicé múltiples experimentos, desde cosas simples hasta prodigios divinos. Podía
predecir o elegir el rumbo de los acontecimientos, volar, transformar la materia,
e incluso destruir y recrear el mundo con absoluta libertad. Los límites
materiales, las asperezas y barreras de la vigilia, eran para mí una pequeñez
en las tierras soñadas. Con la práctica conseguí manipular el tiempo mismo, la
velocidad de los acontecimientos podía alterarse, la extensión de los momentos
se volvía relativa, el poderoso cause de la cascada podía detenerse o
ralentizarse. Sin embargo, nunca logré invertir la corriente y explotar sus
posibilidades.
Resultará evidente que, al explotar tanto mi capacidad
para soñar y llevarla al límite de sus posibilidades, el despertar se volvía un
evento traumático. Pasar de ser el dios de mi propio mundo a un simple ser
humano generaba una obsesión cada vez más profunda en mi ser. Quería dormir
todo el tiempo, soñar y nada más. Me enfurecía en todo momento al vivir en esta
contradicción, el fuego de mi propia frustración debía ser remplazado por la
calidez de la libertad. Ser una especie de demiurgo al dormir no era
suficiente, anhelaba que esa fuera mi realidad, necesitaba algo consistente,
absoluto.
Pasaron años antes de ser capaz de concebir una idea útil,
pero tuve éxito. Un plan único en su tipo nació en mi cabeza ¿Cómo hacer de mis
sueños una realidad? ¿Cómo transformar la realidad misma en un sueño? Si todo
era una ilusión ¿Podía ser esta perfectible? La respuesta estaba en la
mismísima fantasía, en lo virtual.
A lo que me refiero es a que la ilusión es algo
modificable, perfectible hasta sus aspectos más mínimos, en lo que pasa
desapercibido. Estas son las sensaciones.
Para alguien que logra manipular la realidad de los
sueños, pensar los sentidos más fundamentales se vuelve algo secundario, como
fue en este caso el tacto. Siendo incapaz de poseer percibir el simple toque de
un objeto contra mi cara ¿Cómo podía anhelar crear algo perfecto?
El trabajo fue arduo, tuve que practicar mucho para
simular la complejidad de los sentidos, puesto que tienes que construir una
relación que implicó miles de millones de impulsos, así como tener en cuenta la
relación de los órganos con el sentir, en conjunto con la producción de una
especie de neuronas ilusivas. Es evidente, debía aportarles estas cosas a mis
proyecciones y personajes, lo que llevaría mucho tiempo. Por suerte, en los
niveles profundos del subconsciente se pude obtener una cantidad infinita de
tiempo. Sueños sobre sueños, un nivel tras otro, envejecer, morir y renacer, y
repetir el ciclo muchas veces más.
Logré establecer sensaciones en mis sueños, tal como en
el mundo real.
Es probable que me faltara preparación, quizá desarrollar
más la capacidad de mi conciencia, aunque confié demasiado en mi habilidad, mi
voluntad, mi fuerza. Estaba ansioso por crear un ideal absoluto, quise elevarme,
ser Dios, y que eso fuera una realidad, una creada a través de la ilusión.
El inicio fue exitoso, era un ser capaz de manipular el
universo a su gusto, uno auténtico y verdadero. El defecto estuvo en mi
necesidad de brincar a través de los estratos oníricos de forma continua, lo
que requería una concentración y un manejo de la capacidad mental al que no
hubiera accedido en la vigilia. Mi fuerza parecía diezmarse ante los continuos
cambios y las complejidades de laberintos construidos durante milenios, y los
evos fueron necesarios para mostrarme la verdad de mis acciones.
Mi adicción por
los sueños sublimes me llevó a desear quedarme en ellos, y con el tiempo, como
cabría espera, mi conciencia se perdió en los abismos de mis propias
creaciones.
De repente, me desperté, en mi cama, pensando que había
despertado. Así, cumplí mi jornada diaria, esperando volver a soñar, ser Dios
otra vez. Mi día transcurrió con normalidad, con un exceso de ella. Podría
asegurar que todo era un mero recuerdo. Tenía razón.
No me di cuenta de mis errores hasta que me fui a dormir,
cuando noté que la libreta donde registraba
mis sueños no estaba, al igual que mi escrito, en ese momento el piso de mi
habitación se desmoronó y mi cama cayó en un infinito vacío. Supe entonces que
estaba soñando.
Desperté, creyendo que en esta ocasión estaba ya en
vigilia. Sin embargo, todo se repitió, esta vez con la presencia de
construcciones más complejas, de personajes inventados, descubriendo que seguía
dormido.
Esto ocurrió una decena de veces hasta que decidí tomar
las riendas de mi mundo, para recuperar mi reino y recurrir a una sacudida que
me sacara de la ilusión. Gigantesco fue mi horror al descubrir que era incapaz
de controlar mis sueños.
La recreación de la realidad fue demasiado fiel, poderosa
y precisa. Lo que me rodeaba se perfeccionaba a cada instante, cerrando los
puntos con los que lograba descubrir que las cosas eran sólo una ilusión. La
conclusión de mis observaciones era terrible: me había convertido en una
proyección en un mundo proyectado por mi propio ser.
La sensación de caída, el suicidio, el provocar mi
muerte. Todo fue inútil. Mis sentidos se simularon de forma exacta, el universo onírico se construyó con una
capacidad para autorecrearse, corrigiendo sus defectos, sus fallos ilusivos,
armando una segunda realidad con individuos propios y pensantes que la podían
manipular con su trabajo, todo por un mecanismo que yo mismo creé.
El sueño material había nacido.
Me fundí con la nueva vida que se me presentaba, durante
cuarenta años. Y, tras una existencia virtual, olvidé la verdad que una vez
había sabido.
******
Un
día de tantos me percaté de algo que no había notado antes, el mundo parecía se
me hacía raro, incongruente, todo parecía sistemático y predestinado,
demasiado. Me sentía nostálgico, débil. Recordaba de forma parcial el poder que
alguna vez me había impregnado, aquella potente voluntad. Llevaba años sin
soñar cuando me percaté que mi vida era un sueño.
¿Cómo lo hice? Mis sentidos, ahí estuvo la clave.
Hubo un pequeño fallo cuando originé
los sentidos simulados, una breve insensibilidad en el ojo, algo en lo que, por
descuidado, no trabajé. Con ello confirmé el haberme vuelto anciano en una
ilusión. Regresó a mi memoria todo lo que antes conocía.
Recuperé poco a poco mis
habilidades, y, en cuestión, de días lo que me liberó de mi ilusión me daría la
herramienta para salir de las tierras oníricas.
Primero necesité de todas mis
capacidades como soñador, después debí encontrar todos los puntos débiles de
mis ilusiones. Sin embargo, mis creaciones desarrollaron una defensa, una forma
de mantenerme dormido. Al final debí usar mi último as, viajando al núcleo del
universo, destruí el sueño mismo.
A su vez, en el cataclismo de mis
fantasías, me di muerte. Entonces desperté.
*****
Logré
llegar al mundo vigil. Aparecí en mi cama, despierto otra vez.
Al inicio sospeché que seguía
dormido. Comprobé que no era así al sentir mojarme los ojos y la cara completa.
Me bañé, verifiqué cada parte de mi cuerpo. En el instante en el que supe que
en efecto salí de mis sueños logré tranquilizarme.
Antes de ver a mi familia y amigos,
me dediqué un día a vivir en el mundo real, a sentir el viento y el agua, a ver
el amanecer y el atardecer. Estando solo, pero reconociendo el mundo real.
Después hice lo que otros hubieran hecho, ver a la gente con la que no había
estado en años, en siglos transcurridos en una noche.
Nunca
volví a manipular mis sueños. Podía vivir sin controlar la realidad a mi plena
voluntad, aunque ya no quería verme atrapado en un limbo nacido de mi propia
mente. En fin, viví como siempre lo había hecho antes de volverme un soñador
lúcido, tuve sueños con placer, sin controlar la realidad de los mismos. No sé
si feliz, pero si en paz.
Estos últimos días he sentido en
ocasiones una extraña presión en mi nuca, supongo que no es nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario