Escribir en 12 sin duda es irónico,
quizá sea el tamaño, la practicidad con respecto al material, o la conjunción
por multiplicidad del 4 y el 3, algunos apuntarían a la herencia de la
numerología cristiana, el simbolismo del 12 o la justificación matemática de su
hegemonía, lo que tal vez nos remitiría a las supersticiones propias de
científicos de fama y renombre con respecto al 3, y por lógica al 6 y al 9. En
todo caso, fuera de cualquier aspecto curioso, escribo en 12 por un motivo
cotidiano, pues es el tamaño de fuente oficial, en conjunto con el 1.5 o doble
espacio. No obstante, casi es aterradora la coincidencia al hablar respecto a
una cadena de incidentes que han llevado por años el apodo <<La maldición
de la doceava esquina de la calle 12>>. Ninguno ha sido más que un mero choque de
autos, caída de un ladrillo sobre la cabeza de alguien, resbalones con finales
fatales o derrumbes que denotan la corrupción detrás de los permisos para
realizar obras de construcción; con el pequeño detalle de que en todos y cada
uno de ellos hay muertos, y una estrecha relación con el número 12.
El
más reciente de ellos ha sido la explosión de un expendio comercial en la que
murieron 12 personas, más tres en la ambulancia y cuatro en el hospital, en la
doceava esquina de la calle doce, en posición diagonal con respecto a un
edificio departamental en el que la semana anterior murió un joven que había
caído del doceavo piso, y tres días antes un pequeño de doce años había sido
atropellado al mediodía, justo 4 días después de un robo que acabó con la
muerte del ladrón, quién había perdido cuatro dientes aparte de otros 8 que le
faltaban desde hacía años, tres de ellos en infructuosos intentos de asalto, en
ambos casos a medianoche, a doce metros del incidente anterior; 12 horas antes
una mujer de 24 años había muerto de un inexplicable ataque cardiaco, tal vez
por un terror que la invadió, 12 minutos del susto a la tumba. Así, desde hace
doce meses, en un ciclo ocurrido cada doce años, la cadena de accidentes sigue
y sigue.
Tales
características hacen pensar que los hechos son consecuencia de un asesino
serial discreto, cuya obsesión numerológica es tal que manipula acontecimientos
de forma obsesiva y perfecta, de modo que coincidan una y otra vez con dicho
número. Aunque no existe prueba de ello, sólo una cadena sin fin que excede la
vida por más de ciento veinte años la vida humana, con un punto álgido hace 144
años, al menos hasta dónde sabemos, pues algunos deducen que se podría remontar
a unos 1200 años en el pasado, con base en 12 tumbas de esa época halladas en
esa esquina
.
Lo
extraño del caso me hace temer el escribir sobre ello, después de todo, cada
uno de los incidentes guarda algún tipo de relación indirecta con el anterior,
y el escribir sobre ello me pone en la cadena, de manera probable en una
relación con la tan mencionada cifra, pues ese el número de días a partir del
último incidente, y en los que termino este escrito ¡Por Dios espero que mi
posición en la serie no sea en algún múltiplo del doce! Ya es medianoche, y mi
jefe pedirá la investigación con este escrito inaugural en doce horas. Si
confirman la recepción de éste 12 minutos después del envío, seguro me doy por
muerto. En todo caso procuraré no pasar por aquella maldita calle.
F I N
Antonio
Arjona Huelgas
17 de octubre de 2017 y se
empezó a escribir el día doce, postergado 5 días y 7 horas
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