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jueves, 26 de octubre de 2017

Súbito



Encontré mi cadáver hace tres días. Estaba muy frío ya, los gusanos y cucarachas habían comenzado su festín, y una mariposa negra salía de mi boca. Mi sangre fertilizaba la tierra aún, la sombra se había dispersado, mi carne era casi traslúcida, y húmeda y quieta, ni siquiera las alimañas osaban violar tal silencio, tal quietud, pese a la violación de mis entrañas, continua, sin cese. La lluvia también respetó mi muerte, las raíces de los árboles me dieron cobijo, pues mi asesino fue demasiado ingrato, desconsiderado, sin la vergüenza suficiente para cremarme o darme sepultura ¡Cuánta frialdad!
El sol no dejó la oportunidad de brindarme los buenos días, aún con el arbusto en medio. Al pie del árbol las aves espantaron a los carroñeros. Lobos y osos me observaron con incertidumbre, los zorros dejaron carne para alimentar mi fuerza y los búhos dejaron flores y frutos para que no me sintiera solo.
Mi mejor amiga me halló esta mañana, nunca creí que lloraría tanto por mí. Quise decirle antes, pero fue incapaz de escucharme. Hablé con ella antes de saber de mi muerte, fueron bonitos días, demasiado buenos, me hubiera gustado vivirlos, más yacía pudriéndome, y en cuánto me enteré desaparecí.
Mi mejor amigo reposa bajo el árbol, cómo yo, un extraño tomó su cuerpo y nos dio muerte. Sin embargo, éste último se tiró de un barranco al verme al día siguiente. Supongo que no esperaba hacerlo.
Amé a una mujer que nunca encontré, se perdió en la neblina, y ahora el perdido fui yo en medio del bosque. Espero entienda y no me espere demasiado.
Me siento culpable por mis hermanos menores, en especial por mi hermana, la más pequeña, no volverá a verme entrar por esa puerta nunca mas, se preguntará dónde estoy y no hallará respuesta, al menos hasta que cresca. La vi la mañana ante de hallar mi cadáver, besé su cabeza y me despedí, sin saber que nunca nos volveríamos a ver. No quiero que entristezca, y se borre su sonrisita, es a quién más quiero.  
No me despedí de mis padres, no me escucharon al salir de casa, espero no se depriman tanto como para descuidar a mis hermanos.
Ya no tengo más que hacer, he acompañado a mi cuerpo tres días, no me necesita más, ni yo a él, nos dijimos adiós. Nací durante un amanecer y morí al atardecer, y, cómo el sol, cuál giro astral, debo seguir mi camino solitario y dejar el mundo en compañía de la estrella madre. Sólo queda soñar y esfumarme. Tras de mí la oscuridad, el silencio.



Antonio Arjona Huelgas
26 de Octubre del 2017

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